Evangelio del Domingo 22 de Noviembre.

Hoja de Reclamaciones (Juan 18, 33-37)

No siempre la vida es justa. Pero es que a veces es terriblemente injusta. Y el sufrimiento sordo de los inocentes reclama una justicia que colme las ansias de humanidad de todas las personas.

“Mi marido murió de accidente laboral hace 15 años. Él sabía que en el andamio no había las medidas suficientes de seguridad, pero era eso o el paro; y aceptó el trabajo. Hoy habría sido abuelo, nuestro hijo ha tenido una niña… qué injusta fue su muerte, cuánta vida se ha perdido”.

“Desde que don Manuel abusó de mí cuando adolescente toda mi afectividad se ha bloqueado. En ese aspecto no sé quién soy, ni lo que quiero; todo me da miedo y siempre acabo desahogándome yo sólo. Yo creo que no me casaré; a mis 45 años, ya no está eso ni en mi horizonte de vida”.

“Era una niña buena, pero tropezó con malas amistades. Entró en la droga, se ennovió con un malasangre que le pegaba. Ahora tendría 25 años, pero lleva cuatro años muerta”.

Tanta injusticia, tanta guerra, tanta violencia, tanto dolor reclama justicia. Una justicia que restañe todas las heridas. Una justicia que dé vida a los que la perdieron sin razón, la justicia que los pobres necesitan.

¡Venga tu Reino, Señor! ¡Venga tu Reino!

Nosotros queremos construirlo con nuestra vida, alentados por la fe en ti. Pero hay tantas situaciones que nos desbordan… ¡Venga tu Reino! y llene a los pobres de vida, y a los que sufren los colme de consuelo. ¡Venga tu Reino! Atentos a tu Palabra, acogiendo tu Presencia, entregándonos a tu voluntad, seguimos diciendo:
¡Venga a nosotros tu Reino!