Fútbol solidario

El pasado Viernes 26 de Mayo se celebró el I Torneo San José Obrero por la solidaridad, en el que participaron distintos equipos de categorias base de Fútbol: CD Regate, CMD San Juan, CD San Pablo Norte y CA Libertad. Se realizó una recogida de alimentos que llevaron tanto participantes, familias, así como otras personas voluntarias asistentes al evento deportivo. Los alimentos se distribuirán a las familias necesitadas a través de Cáritas Parroquial San José Obrero.





Fin de curso de los grupos de catequesis

Esta semana se reunieron en la Parroquia los niños, padres, catequistas, y nuestro Párroco para despedir el curso 2016/17 que acaba de terminar. Después de unas oraciones y unas breves reflexiones, todos participaron de una agradable convivencia, en la cual se realizaron distintas actividades y juegos.






La próxima reunión se celebrará en los actos conmemorativos del Corpus.

Instaurar el Reino (Mateo 28,16-20)

Los discípulos de Jesús de Nazaret no tenían, en absoluto, una visión espiritualista de la misión de su maestro; más bien pecaban de reducirla a unas expectativas demasiado mundanas. Después de haber experimentado su resurrección, hablan de una manera que nos descubre su ansia de que nuestra historia cambie y se transforme. Cuando Jesús va a ascender al cielo le preguntan: ¿Es ahora cuando vas a instaurar tu Reino?

Jesús lo había dicho en sus parábolas: el Reino de Dios va a ir creciendo poco a poco, como la semilla en el campo; va a ir actuando silenciosamente, como la levadura en la masa; va a contar con la sabiduría y la prudencia de los creyentes que van a sacar del arcón lo viejo y lo nuevo, según convenga. Antes de la plenitud de la historia, el Reino va llegando desde el amor, la fe y la vida de servicio y de entrega de los creyentes y de todas las personas.


Cada vez que al amor vence al rencor en nuestra vida, cada vez que buscamos liberar a nuestros hermanos de la injusticia de este mundo, va creciendo el Reino de Dios.

Uno de los signos más necesarios en este momento para nuestra sociedad, y que muestra el crecimiento del Reino es la creación y la reivindicación por el empleo decente. Cuando un muchacho, o una madre de familia, encuentran un empleo en el que recibe un sueldo adecuado a las necesidades de nuestro tiempo, que puede conciliarlo con su vida familiar y en el que puede desarrollarse como persona, el Reino va creciendo realmente en nuestra historia. Esta ha de ser una línea de trabajo pastoral de la Iglesia.

La fe, vivida sinceramente, produce frutos de transformación verdadera de nuestra historia concreta y cotidiana.

50 años. Jesucristo en nuestro barrio (Parte III)

TESTIMONIO DE UNA MUJER FIEL CON LA FE Y CON SU PARROQUIA
Juana María Fernández

Hola queridos hermanos en la fe, con motivo de cumplirse el 50 aniversario de la inauguración de nuestra parroquia San José Obrero, me piden unas palabritas que yo con mucho gusto y muy poca facultad hago, pero con mucha voluntad.

Soy una feligresa de esta parroquia tan querida para mí, donde todos me conocen por Juanita. Presencié su primera piedra y la bendición. A día de hoy con mis 79 años la sigo visitando asiduamente. Con mis visitas al Sagrario y la asistencia a la Eucaristía, donde día a día la palabra de Dios me da fuerza y anima para que mi fe se acreciente y el Espíritu Santo me guíe, igual que a mí a todos los voluntarios que colaboran en los distintos grupos de nuestra parroquia, como Caritas, catequesis, pastoral de enfermos y muchos más que no se ven, gracias al espíritu de servicio a los demás.
Sólo espero y deseo que el Señor me de salud para ayudar mientras me queden fuerza y capacidad mental.
Señor ayúdame a parecerme cada vez más a ti y a tu Santísima Madre.
Qué más quisiera yo poder expresar todo lo que significa la parroquia para mí, pero me quedo con mis visitas al Sagrario, ese gran desconocido para muchos.
Compartiendo la Pascua de la luz y la alegría

“Igual que en la liturgia pascual la luz del cirio enciende otras muchas velas. La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de per¬sona a persona, como una llama enciende otra llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan fecunda, que se convierte en un gran árbol que es capaz de llenar el mundo de frutos” (del Papa Francisco, Lumen fidei 37).

En medio de la oscuridad de la noche, después de unos días de intensas experiencias religiosas los cristianos se reúnen en terreno profano alrededor de una pequeña pila de leña que se enciende ante la expectación de todos; los reunidos comienzan a mirar el fuego que ilumina la noche. La voz del ministro emerge de entre la penumbra y anuncia que Cristo es el comienzo y el final de nuestra historia, el sentido de nuestra vida y la plenitud de toda la humanidad. Vela a vela, vida a vida, se va transmitiendo una luz, que al compartirla se agranda y se convierte en un río que inunda poco a poco el templo. Se camina en medio de la oscuridad de la noche, guiado por la luz de la propia fe y la de los que nos acompañan en el camino… Ven el próximo sábado de gloria a la parroquia y verás este hermoso gesto de fe.

Todos negamos, como Pedro por cobardía y respetos humanos, la verdad, la fe y la justicia; todos, en algún momento, hemos traicionado a quien más queríamos, como Judas; todos nos hemos desentendido del que sufre como Pilatos, atendiendo a nuestros intereses y comodidad; todos hemos disfrutado haciendo daño al más débil, como aquellos soldados romanos, golpeándolo con nuestras palabras y comentarios, ridiculizándolo hasta despojarlo de su dignidad. Pero todos también podemos ser como María Magdalena: testigos de Jesús vivo, que nos perdona y nos alienta, que nos envía a prender la luz de Cristo en los demás (Juan 20,1-18).

Esta es la gran alegría que hemos de vivir los cristianos: Cristo vive, y es fuente de vida definitiva para todos, y es fuente de esperanza para todos los que creemos en Él.

HIMNO SAN JOSÉ

Hoy a tus pies ponemos nuestra vida;
Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
obtendremos la paz del corazón.

En Nazaret junto a la Virgen Santa;
en Nazaret, ¡Glorioso San José!
cuidaste al niño Jesús pues por tu gran virtud
fuiste digno custodio de la luz.

Con sencillez, humilde carpintero,
con sencillez, ¡Glorioso San José!,
hiciste bien tu labor, obrero del Señor,
ofreciendo trabajo y oración.

Tuviste Fe en Dios y su promesa;
tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración alcánzanos el don
de escuchar y seguir la voz de Dios.

Opresión o autodeterminación (Juan 14, 15-21)

Ni siquiera en política los problemas pueden plantearse de forma maniquea, como si la realidad fuera blanca o negra; cuando, en verdad, se conforma con el sinfín de tonos que nos muestra el arco iris. Ni siquiera en política; mucho menos en la vida más compleja y rica en matices que es la vida personal.


“O aceptas las normas, o vives en libertad”, así podríamos expresar una disyuntiva falsa que se plantea en la inmadurez de la adolescencia, pero que sigue acompañando nuestra inmadurez toda nuestra vida. Y, de forma inmadura, interpretamos nuestra vida basculando entre lo que nos imponen las circunstancias o las personas con las que vivimos, y lo que hacemos imponiendo nosotros nuestra voluntad. La vida, entonces, se nos muestra como una guerra, en la que normalmente perdemos. Acto seguido buscamos compensaciones egoístas e individualistas, que, las más de las veces, no nos construyen, ni nos hacen bien, ni a nosotros ni a nuestras familias.

La vida no es imponer o que me impongan. La vida es sembrarse con amor dónde y con quién Dios te llama, para ir dando fruto, o como poco, para ir oxigenando el aire. La vida es acoger el soplo del Espíritu que te lleva a entregarte por los que amas, por los que te necesitan. Como en el amor, vivir es decidir ponerte en manos de otro, sabiendo que la única manera de ser tú mismo; entregarte al otro como único camino de recuperarte.

Envíanos, Señor, tu Espíritu, que nos defienda de nosotros mismos; de nuestra inmadurez, de nuestras cobardías. Haznos fuertes para afrontar nuestra vida plenamente, sin necesitar compensaciones que nos entristecen. Haznos sabios en la ciencia de nuestra propia vida.

50 años. Jesucristo en nuestro barrio (Parte II)

Como Madre de Esperanza

Las advocaciones de la Madre de Jesucristo que hacen referencia a la pasión del Señor, llevan un puñal que les atraviesa en corazón. Hoy la Iglesia, tiene que sentir ese mismo dolor de la Madre de Jesucristo ante el sufrimiento y las dificultades que atraviesan los hijos de Dios.

El dolor de los pobres y de los débiles es un puñal afilado que atraviesa el corazón de la comunidad cristiana. ¿Cómo no compadecerse ante la mujer que ha perdido a su hijo por enfermedad y desnutrición?, ¿cómo no co-indignarse con los jóvenes a los que se les roba el presente y el futuro con una crisis que enriquece a los más ricos?, ¿cómo no sublevarse ante la relativización de la vida humana concebida de la que algunos se consideran dueños bajo excusa de su propia libertad?, ¿cómo no sentir el dolor de aguda soledad de tantos ancianos?

La Iglesia, que tiene la vocación de ser Madre de los hombres, siente la soledad de los inmigrantes, y la desesperación de los refugiados, el hambre de los niños de tantos países del mundo y la marginación de muchas mujeres.

Pero, acudiendo a nuestra Madre, todos encontramos un consuelo y una paz que sólo se entiende desde la fe. Ella nos compromete a vivir con más autenticidad la vida cristiana. Ella es fuente de consuelo y de esperanza, sobre todo para quien se acerca con corazón humilde y dolorido. ¡Cuántas personas vienen a la parroquia y al acercarse a la imagen de la Virgen derraman lágrimas de dolor por la circunstancia dura que les toca vivir, de amor por los suyos, de agradecimiento y consuelo por la ternura recibida!

María de Nazaret, la Madre de Jesús, es para nosotros siempre fuente de Esperanza.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que llevemos con dignidad el nombre de cristianos.

UN TESTIMONIO CERCANO A LOS POBRES
Enrique Córcoles


Mi nombre es Enrique Córcoles, nací en el Barrio León de Sevilla, de la Parroquia de San Gonzalo, soy el mayor de ocho hermanos.

En el año 1970 me casé con la que es mi esposa Encarnita Vallejo, y nos vinimos a vivir a un pequeño piso de la calle Virgen del Consuelo de esta localidad de San Juan de Aznalfarache. Y en la parroquia de San Juan Bautista se bautizaron mis primeras cuatro hijas. El piso se nos quedó pequeño y tuvimos que buscar otro en el Barrio Alto, lo que ahora se denomina Pasaje Alcalde Próspero Castaño; y aquí nacieron mis dos últimas hijas que se bautizaron en la parroquia de San José Obrero.

Desde este momento hemos tenido relación constante en esta parroquia, cuyo párroco era D. Antonio Gutiérrez.
D. Antonio Gutiérrez, desde el primer instante tuvo con nosotros detalles de cariño. Era un párroco entrañable, buen sanjuanero y entregado a su labor enteramente.

Pasado el tiempo me invitaron a pertenecer a la Hermandad Sacramental como hermano, igualmente a mi esposa; y más tarde al cargo de tesorero, que no sé de donde pensaron que yo podía llevar las cuentas… porque por mi profesión laboral nunca he llevado contabilidad alguna.

Sin embargo el paso más importante fue en el año 2002, cuando el entonces párroco D. José Antonio Megías, me pidió hacerme cargo de la dirección parroquial de Cáritas, cosa que al principio no me sedujo nada, pero no quise negarme y pensé que estar en esta labor algunos años (cuatro era la norma) era algo aceptable, y hoy en el año 2017 aún sigo.

Pero he aprendido que la labor, aunque a veces es algo dura, me ha ayudado a ver a las personas de otra manera, a darme cuenta de lo mal que estas personas lo pasan, con pocos horizontes sus vidas. Y que en ellas debo ver a Cristo, aunque a veces no lo vea.
Además cuento, gracias a esto, con muchas amistades buenísimas. El equipo que hay en Cáritas está muy entregado también,  y me siento muy contento por la estupenda labor que hacen.

Una mención especial en esta labor es para Pepe Venegas que murió hace año y medio. Era una persona que hacía un trabajo formidable y son muchas personas que lo echan de menos, ha dejado un recuerdo imborrable. Y para Jacinto que tenía mucha autoridad para poner orden  entre los que venían a pedir en Cáritas, labor oscura aparentemente, pero importante y necesaria. Ya el Señor les ha dado el premio que se merecen sin duda.

También me gustaría mencionar la labor que realiza mi esposa en la parroquia en el grupo que visitan a los enfermos o que están solos y son mayores, no solo haciéndoles compañía sino también proporcionándoles la ayuda religiosa a través del párroco.

Pienso que esto no es ninguna casualidad, sino que Dios nos ha puesto ahí. Y aquí seguimos. Nuestro párroco D. Joaquín Castellón sigue muy de cerca estas labores y se vuelca apoyándonos todos los días.
Bueno, poco más puedo decir de mis vivencias aquí. Espero que Dios me ayude a desarrollar mi vida en consonancia con lo que Él quiere.


Enrique





Con Cristo, por Él y en Él (Juan 14, 1-12)


Cristo sin el Padre; Dios sin Jesucristo. Estas han sido, y son, las dos tentaciones más grandes de la espiritualidad cristiana. Hay cristianos que buscan la experiencia oceánica y de inmensidad que Dios pone en el centro de nuestro corazón, pero que se sienten ajenos a las exigencias radicales de Jesús de Nazaret en el Sermón de la Montaña, o que no pueden abrirse a la muerte y resurrección de Cristo como camino verdadero de salvación. Piensan que Dios es un absoluto incomprensible e inabarcable por el que hay que dejarse abrazar. El camino que Jesús marca, piensan, es sólo un camino más.

Otros, ven a Jesús como un profeta del amor y la libertad; como el inspirador de su compromiso; incluso, en su juventud lo veían como un amigo trascendente en quien confiarse plenamente. Pero con la madurez el corazón se encallece y los sentimientos religiosos se disipan. Jesús ya es sólo un referente moral en su vida; y su propuesta moral algo inalcanzable, que está bien como horizonte utópico al que mirar, siendo consciente de que la realidad cotidiana hay que vivirla con valores y actitudes más mundanas.

No te engañes. Buscar a Dios al margen de Jesucristo lleva a buscar un consuelo afectivo que deja insatisfecho nuestro corazón, siempre buscador de verdad. Querer creer en Cristo sin confiar en Él como nuestro Dios y Señor, es ir reduciéndolo al mero ejemplo de su vida; un ejemplo que por excelso y sublime nos lleva a la melancolía de la frustración.


“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Quien me ha visto a mí ha visto al Padre” –dice el Señor-. Si crees esto, vivirás.

50 años. Jesucristo en nuestro barrio (Parte I)

Un saludo a todos. Queremos celebrar estos primeros cincuenta años de nuestra parroquia con toda la feligresía compartiendo la Palabra y la Vida. Por eso en este sencillo cuadernillo que hacemos por este motivo unos feligreses comparten con vosotros su vida de fe, tal y como la están viviendo en la parroquia, y yo os comento algunos aspectos fundamentales de la fe cristiana. Esperamos que nos sirvan a todos de estímulo en la fe y de reflexión.

Aprovecho para invitaros a participar en la parroquia en los grupos de formación y de evangelización, a todas las celebraciones comunitarias que tenemos. Jalonar nuestra vida con la presencia del Señor nos llena el corazón de paz y de deseos de bondad. Y eso a todos nos hace falta.

Jesús de Nazaret es el Señor
Para comenzar quisiera proponeros una pequeña meditación de la fe en Jesucristo. Es lo mejor que podemos ofreceros desde la parroquia. La fe es un don tan grande que quien lo recibe nunca se encuentra sólo, perdido o abandonado, porque experimenta que, en el dolor o la alegría, Jesús lo acompaña siempre.

Mirad qué palabras tan hermosas y verdaderas del Papa Francisco:

“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor” (Evangelii gaudium, nº 3).

Cuando los discípulos de Cristo se encontraron con Él, y Él los llamó, pensaron que era simplemente un profeta, un hombre de Dios como otros. Pero inmediatamente captaron que la profundidad de su vida era distinta a la de cualquiera; y esa experiencia fue afianzándose con cada palabra y cada gesto del Profeta de Nazaret. Él les había dicho que era hijo de Dios, pero ellos pensaban que lo era como cualquiera de nosotros; quizás pensaban que sólo era un “hijo más fiel”. Fue después de su muerte y su resurrección cuando los discípulos descubrieron la verdadera dimensión de esas palabras. Ellos descubrieron que Jesús de Nazaret era el Hijo Único de Dios, que se había hecho hombre; y que en Él, en su mensaje, en su perdón, en su mirada, en su vida, todos sin excepción podemos acogernos al inmenso amor del Padre.

Los textos del Evangelio sobre Juan Bautista, el querido Patrón de nuestro pueblo, lo manifiestan con toda claridad: Juan era un Profeta, Jesucristo es el Salvador; Juan enseñó con sus palabras y su testimonio, Jesucristo nos entrega su vida y nos hace vivir de una manera nueva al acogernos y dejarse encontrar por nosotros. Juan preparaba el camino para que nosotros pudiéramos encontrarnos con Jesucristo como el fuego que nos purifica y nos da el calor de la vida (Juan 1,29-34).

Hemos de pedir que nunca caigamos en la tentación de reducir a Jesucristo, ni su mensaje, ni a su ejemplo. El cristianismo no es sólo una doctrina, ni sólo una forma de vivir con bondad, ni seguir fielmente unos ritos. Ser cristiano es vivir en el encuentro con Jesús, nada compromete más, nada puede traernos más consuelo, nada puede darnos más plenitud.

TESTIMONIO DE UN JOVEN DE LA PARROQUIA
Juan Manuel Parrales (Nano)
Inicié mi vida parroquial a través de la Hermandad Sacramental, cuando ésta se unificó con la Asociación El Costal, a la que yo pertenecía. Fue en 2014 cuando entré en su junta de gobierno ejerciendo el cargo de secretario segundo.
Hasta entonces no participaba en las actividades como tampoco en los cultos que esta realizaba. Era creyente pero no iba a la Iglesia, únicamente cuando tenía que salir como costalero. Tenía el pensamiento que cualquiera podría tener de esta, y no pensaba o no creía, que el hecho de asistir a misa o formarme en catequesis me pudiera aportar nada nuevo. Poco a poco fui conociendo mi parroquia y la vida que en esta se desarrollaba, y poco a poco fui conociendo a quien creía que ya conocía, a Cristo.

Fue en confirmación, que recuerdo con mucho cariño al igual que a mis catequistas Juan Antonio Camacho y Esperanza Ripodas, la que supuso un cambio radical en mi forma de pensar y de vivir. Una forma de vivir y de pensar cristiana, acorde a lo que creía entonces sin saber muy bien por qué. Incido en que creía conocer la Iglesia, creía conocer a Cristo, como los misterios de la Fe que compartimos todos los cristianos. Pero no fue hasta entonces cuando fui consciente de mi fe y de las responsabilidades que ésta traía consigo, de la alegría que el Evangelio me regalaba como hijo de Dios y de esa otra dimensión que existe en el amor cuando proviene de Él.

Hoy sigo formándome como cristiano, mucho más desde que me propusieron ser catequista. Para seguir conociendo a Cristo y darlo a conocer a los niños que se acercan por primera vez a la comunión. Y tengo más presente la necesidad de la oración y de acercarme al Sagrario. He encontrado en la Parroquia una gran familia a medida que crecían mis responsabilidades en ésta; como secretario en la Hermandad Sacramental, en la Hermandad del Rocío como hermano, en la Hermandad de los Ángeles como costalero. Y he conocido a personas que poco a poco se han ido convirtiendo en buenos amigos.

Al estilo de Jesús (Juan 10, 1-10)

Sorprende la soledad en la que Jesús murió en la cruz y la rapidez con la que la iglesia naciente se va consolidando en Jerusalén y en toda Judea, y cómo se extiende por los caminos de oriente y las ciudades portuarias de occidente. Los mismos que habían condenado a Jesucristo sienten su corazón traspasado por las palabras de Pedro que los recriminaba en la verdad y los invitaba a vivir el perdón con amor. Una fuerza nueva está actuando en la vida y corazón de los discípulos y en los que los escuchan. Es el Espíritu.

Un Espíritu que los hace vivir con la valentía y la sinceridad del Nazareno; un Espíritu que les permite evangelizar con la humildad y la capacidad de sufrimiento que Jesús había mostrado. Es el Espíritu del propio Jesús el que los impulsa.

Jesucristo, su estilo de ser, de vivir y de creer, es la puerta por la que entramos en la comunidad cristiana, y es la puerta por la que hemos de salir a anunciar su Evangelio al mundo. En las lecturas del próximo domingo, Pedro dice unas palabras que nos pueden llenar de ánimo: “Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien,
eso es una gracia de parte de Dios. Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”.
Hasta en el sufrimiento el estilo de Jesús ha de ser el nuestro: su pobreza, su valentía, su buen humor, su sinceridad, su capacidad de silencio ante el Padre, su oración, su libertad ante los poderes mundanos, su disponibilidad ante la misión que se le encomienda…



Ya tenemos que comenzar a pedir al Padre que nos envíe el Espíritu de su Hijo para poder entrar y participar en su vida y salir para compartirla con nuestros hermanos.

Co-versación (Lucas 24, 13-35)

Las apariciones del Resucitado siempre serán un misterio. Los que van a ser testigos de la fe se ven sorprendidos por una experiencia que los sobrepasa y deja en su espíritu una certidumbre de la que ya nada los podrá hacer dudar. El resucitado siempre “aprovecha” una pequeña rendija de esperanza en el alma de aquellos que se veían ahogados en el dolor profundo. Aunque estaban desesperados, van corriendo ante la extraña noticia del sepulcro vacío; aunque tenían miedo, permanecían todos juntos en comunidad; aunque huían de Jerusalén no pueden dejar de conversar y discutir buscando un sentido a lo que era el más grande de los absurdos.

Dos discípulos iban de Jerusalén a Emaús. Parece que huyendo de la peligrosa situación que se había creado para los seguidores del Nazareno después de su muerte cruenta. Caminan, conversan y discuten de todo aquello: de si podían haber sido de otro modo las cosas, de si ellos podían haber actuado de otra manera; de por qué Jesús no había actuado de otra forma… El convidado oculto a toda conversación sincera es la verdad. Una verdad que muchas veces trasciende lo que dicen los que dialogan, pero que hace posible sus razones, que justifica sus sentimientos.



Ensimismados en nuestros pensamientos no es raro que nos torturemos siempre con la misma idea. El diálogo, incluso la discusión –si no es exclusivamente autodefensiva- nos abre a la verdad. El texto de los discípulos de Emaús, que escucharemos el próximo domingo nos invita a conversar de las cosas importantes de nuestra vida con las personas con las que convivimos. Convivir, conversar… paradójicamente lo único que hacemos en estricta decisión personal es amar.