¿Precepto? (Juan 14,23-29)

¿Precepto? (Juan 14,23-29), comentario al Evangelio del domingo 26 de mayo del 2019.


Es sorprendente la extensión con la que el evangelio de san Juan describe la Última Cena. Los capítulos 13, 14, 15, 16 y 17 de su evangelio los dedica a narrar todo lo que allí vivieron los discípulos con Jesús. Los otros evangelistas nos describen la institución de la eucaristía, el anuncio de la traición de Judas y que cantaron los himnos. En Juan parece que la experiencia de aquella cena, que vivirían entre el estupor y el miedo, se ve enriquecida por las experiencias en las que al partir el pan Jesús Resucitado vino realmente a ellos y los colmó con su Vida.

En el relato de la Última Cena, san Juan nos permite escuchar palabras luminosas, hondas, apenas comprendidas, pero que llenan de paz el alma: “un mandamiento os doy, que os améis como yo os he amado”; “yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie va al Padre sino por mí”; “os dejo mi paz, mi paz os doy; “ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos”…

“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”, resonará en nuestros templos el próximo domingo cuando el evangelio sea proclamado. El Señor nos anticipa una experiencia religiosa profunda y plenificadora, una experiencia mística. Como aquella que siglos más tarde intentó expresar san Juan de la Cruz: ¡Oh llama de amor viva/ que tiernamente hieres/ de mi alma en el más profundo centro!/ Pues ya no eres esquiva/ acaba ya si quieres,/ ¡rompe la tela de este dulce encuentro!

A esta experiencia somos llamados en cada eucaristía. ¿Qué habremos hecho para llegar a llamarla “precepto dominical”?


Rostro del Cristo de la Misericordia


La mirada de la Misericordia, cuando ya se ha entregado por entero.
Pronto tendremos al Cristo de la Misericordia de nuestra Parroquia entre nosotros. El proceso de restauración va finalizando y nos ha desvelado muchos rasgos de las esculturas de su autor Francisco Bauza.
Agradecemos a aquellas personas que puedan colaborar con fondos por los costes para su viaje de regreso.

“Novedades” (Juan 13,31-35)

“Novedades” (Juan 13,31-35), comentario al Evangelio del domingo 19 de mayo del 2019.

Siempre es nuevo el amor. Siempre es nuevo porque siempre somos distintos nosotros, y en cada momento, en cada acontecimiento, expresamos y vivimos nuestro amor desde lo que somos y desde lo que son aquellos a quienes amamos.

Amó Jesús abrazando al leproso y mostrándole el amor del Padre, que Él creía que lo tenía condenado. Amó Jesús anunciando el Reino de la justicia y la misericordia a los pobres de Galilea. Amó Jesús a Pedro y a Andrés, a Juan y a Santiago, llamándolos a ser protagonistas, con Él, de su misión. Amó Jesús denunciando injusticias e interpelando a la conversión a quienes tenían oprimidos a sus hermanos por sus intereses o su ideología. Amó Jesús dejándose apresar y torturar, entregando su vida a los hombres, teniéndola siempre entre las manos del Padre. Amó Jesús entregando su paz y su amor resucitado a sus discípulos…

“Amad como yo os he amado”, nos exhorta Jesucristo; y en Él tenemos el modelo de cómo nuestro amor ha de ser como el agua, que al regar el rosal lo cuaja de rosas, y al calar hasta las raíces del olivo lo hace regalar el aceite de sus aceitunas. Por eso el amar nunca está aprendido del todo. Siempre será entrega de lo mejor de ti mismo; y deseo de que el otro crezca, y se desarrolle, y cumpla el plan que Dios tiene para Él; siempre será humilde y paciente; y siempre será inquieto y lleno de esperanza. Pero siempre será nuevo.

Por eso piensa cómo tienes ahora que amar –a los tuyos, a todos-, para que seas sincero reflejo del eterno Amor del Padre.



"¿Quién me mandaría a mí?" (Juan 10,27-30)

"¿Quién me mandaría a mí?" (Juan 10,27-30), comentario al Evangelio del domingo 12 de mayo de 2019.


La fe cristiana es, por esencia, misionera, expansiva, católica, universal. Las otras formas de entender y vivir la fe en lo Absoluto son, por así decirlo, más tranquilas, menos dinámicas. Ninguna tiene un mandato misionero tan claro y tan explícito; ninguna se configura tan íntimamente con la misión de anunciar y testimoniar el amor de Dios a toda la humanidad.

La misión, como toda tarea que desborda las expectativas formadas en una cultura, siempre plantea un cuestionamiento personal, sobre todo cuando los planes que uno se había hecho no se ven satisfechos, y la vida se nos muestra más compleja, más rica y más inabarcable de lo que habíamos pensado. Así que muchas veces, en la tarea evangelizadora, tenemos que decir: ¿Quién me mandaría a mí meterme en este “berenjenal”? Pero la inquietud que Jesucristo pone en la vida, que nos mantiene constantemente jóvenes y con ilusión, no deja al creyente en una quietud que lo paralice.

Los Hechos de los Apóstoles, en este tiempo de pascua, nos transmiten día a día esa inquietud que el Resucitado pone en el corazón de los creyentes. Viajeros incansables, cuestionadores de todo desorden establecido, nómadas de su propia vida… quien experimenta la fuerza de Jesús en su corazón vive en el impulso del Espíritu. Esa es la eterna juventud de la Iglesia.

No acalles el deseo de traspasar las fronteras que limitan la humanidad y la justicia; no te conformes con la cobardía de consentir con lo que cercena el ansia de plenitud que eres; busca caminos en los que vivir tu fe apostólica y misionera.

Catequesis de Papa Francisco 2018

EL DECÁLOGO, CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO (2018)
INTRODUCCIÓN. MANDAMIENTO PRIMERO, QUINTO, SEXTO, SÉPTIMO Y CONCLUSIÓN.
I
Hoy comenzamos un nuevo itinerario catequético. Será sobre el tema de los mandamientos. Los mandamientos de la ley de Dios. Nos sirve de introducción el pasaje que acabamos de escuchar: el encuentro entre Jesús y un hombre –es un joven-  que, de rodillas, le pregunta cómo puede alcanzar la vida eterna (cf. Mc 10.17 a 21). Y en esa pregunta está el desafío de cada existencia, también de la nuestra: el deseo de una vida plena e infinita. Pero ¿cómo llegar? ¿Qué camino tomar? Vivir de verdad, vivir una existencia noble... Cuántos jóvenes intentan "vivir" y en cambio se destruyen  persiguiendo cosas efímeras.

Algunos piensan que sea mejor apagar este impulso, -el impulso de vivir- porque es peligroso. Quisiera decir, sobre todo a los jóvenes: nuestro peor enemigo no son los problemas concretos, por muy  graves y dramáticos que sean: El mayor peligro en la vida es un mal espíritu de adaptación que no es la mansedumbre ni la humildad, sino la mediocridad, la pusilanimidad [1]. Un joven mediocre ¿es un joven con futuro o no? ¡No! Se queda ahí; no crece, no tendrá éxito. La mediocridad o la pusilanimidad. Esos jóvenes que tienen miedo de todo. “No, yo soy así…” Esos jóvenes no saldrán adelante. Mansedumbre, fuerza y nada de pusilanimidad, nada de mediocridad. El beato Pier Giorgio Frassati decía que debemos vivir, no ir tirando. [2] Los mediocres van tirando. Vivir con la fuerza de la vida. Hay que  pedir a nuestro Padre Celestial para los jóvenes de hoy el don de la inquietud saludable. Pero, en vuestras casas, en cada familia, cuando hay  un joven que está todo el día sentado, a veces la madre y el padre piensan: “Está enfermo, tiene algo” y lo llevan al médico. La vida del joven es ir adelante, estar inquieto, la inquietud saludable,  la capacidad de no estar satisfechos con una vida sin belleza, sin color. Si los jóvenes no tienen hambre de una vida auténtica,  me pregunto ¿Dónde irá la humanidad? ¿Dónde irá la humanidad con jóvenes quietos y no inquietos?

Jóvenes en la Parroquia

El grupo de iniciación de la Juventud de Estudiantes Católicos de nuestra Parroquia os saludan a todos.

Cáritas, primer domingo de mayo


Salimos de nuestras preocupaciones diarias para dedicar un tiempo al Señor. Lo hacemos en comunidad, en un lugar conocido y en el que estamos a gusto -nuestro templo-, para encontrarnos con el Resucitado, compartir la Palabra y el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

Lo conocido nos puede dar certezas, como lo que vivimos durante toda la semana. Lo cotidiano y habitual nos da seguridad. Pero también debemos dejar espacio al Otro que se hace el encontradizo, que nos conoce por nuestro propio nombre y que nos sorprende con sus regalos y sus llamadas… Quizá en lo sabido, quizá no. Un reencuentro, una comida compartida o unas palabras repetidas, pueden hacernos recordar, y volver al presente, acontecimientos agradables del pasado.

La Eucaristía dominical es el tiempo en que nos abrimos más al Dios que nos ama, que nos entrega a su Hijo y nos vuelve a donar el Espíritu: toda la gracia que se nos regala en el sacramento del recuerdo de la muerte y resurrección de Jesús.

Este 5 de mayo, en un nuevo Domingo de Cáritas, recordamos que también la fraternidad es fruto de la Pascua. Podremos ser cada día más fieles a Jesucristo, sirviendo a los más pobres, transformándonos en fuente de vida y esperanza para los que confían en nuestra ayuda. Que nuestras manos sean solidarias, que pongamos toda nuestra colaboración, contribuyendo generosamente en esta colecta para ayudar a los más necesitados, y hacer creíble la fe que profesamos en Cristo Resucitado.

Aguas profundas (Juan 21,1-19)

Aguas profundas (Juan 21,1-19), comentario al Evangelio del domingo 5 de mayo de 2019.

La verdad de nuestra vida se juega en lo que no se ve, porque el pudor o los intereses lo ocultan, y en lo que pasa desapercibido, porque la costumbre lo ha hecho transparente, invisible.

Así ocurría con la minusvaloración de la mujer, que de habitual se hacía invisible, o con las personas con algún tipo de discapacidad; así ocurre con la condena a la marginación de los niños de barrios de exclusión, o con los adultos jóvenes que siguen sin poder iniciar su proyecto de vida por culpa del empleo precario –el precariado, que se le llama-, o con la población de los países explotados del Sagel, del África subsahariana.

Cuando el sufrimiento de las personas se sumerge en el silencio o en el olvido se resiente toda nuestra humanidad, todos nos hacemos menos humanos y menos cristianos. La revelación bíblica nos muestra un Dios Padre de todos, que por serlo busca incansablemente a los últimos, y se hace uno de ellos, y desde ellos y con ellos inicia el camino de la liberación, y en el seno de la pobreza y la cruz hace brotar la luz de su entrega.

“Rema mar adentro y echa las redes”, dice en el evangelio el Señor a Pedro. “Si vas a pescar no te quedes en la comodidad de las aguas superficiales, rema a lo profundo y allí echa las redes de la misericordia de Dios. Cada anciano abandonado que sienta la presencia de Dios gracias a tu cercanía, cada adulto joven que sepa que la Iglesia lo comprende y comparte sus frustraciones y sus proyectos, cada inmigrante que se siente acogido e integrado en nuestra sociedad y nuestra iglesia… es “pez de aguas profundas” que Jesús te encomienda.