Los primeros pasos (Juan 1,35-42), comentario sobre
el Evangelio del domingo 17 de enero de 2021.
Samuel es un adolescente normal, lo mismo que Juan,
Andrés o María; eran jóvenes muy parecidos a los jóvenes de su tiempo. Las
mismas esperanzas, las mismas preocupaciones, las mismas alegrías, los mismos
miedos… Es verdad que cada persona es especial y cada uno somos únicos, pero lo
que les hizo sentirse y ser verdaderamente especiales y únicos fue la relación
personal con el Señor.
Samuel podía haber sido un padre de familia ejemplar,
pero su relación cotidiana con el Señor hizo de él la conciencia y la esperanza
de Israel. Se atrevía hasta denunciar al rey los abusos y las injusticias que
cometía, para que se arrepintiera y cambiara. Su experiencia de Dios lo hizo
valiente y lúcido; fue un faro para todo su pueblo. El acogió la llamada de
Señor.
Andrés y Juan… no sabemos lo que podrían haber llegado a
ser, la verdad. Eran tan fuertes los movimientos extremistas en su tiempo que
podrían haberse convertido en zelotes violentos, o en esenios que huían del
mundo… Pero Jesús de Nazaret se cruzó en su vida; se dejaron iluminar por su
presencia; y comenzaron el movimiento que más profundamente ha influido en la
historia de la humanidad, y que ha dado consuelo, esperanza y fortaleza a miles
de millones de personas a lo largo de la historia.
María de Nazaret sí era ya una jovencita especial; pero
nunca pudo nadie imaginar que, siendo mujer, llegaría a ser la persona más
bendecida y querida por generaciones y generaciones. Su destino se decidió
cuando acepta la llamada y la misión que Dios le encomienda, y decide ser fiel
a ella.
El
Señor también te llama a ti; para darte vida, y hacerte cauce de su vida. No
temas, ni te acobardes. El Señor está pendiente de tu vida.