Manifestar su rostro (Marcos 1,7-11), comentario sobre el Evangelio del domingo 10 de enero de 2021.
No basta con ser cristiano, hay que
manifestarse como tal, para dar testimonio de que el amor de Dios cambia
nuestro mundo y nos hace vivir en plenitud.
Jesús fue engendrado y nació como el Hijo
de Dios, para manifestar el deseo incondicionado de Dios por hacernos hijos
suyos. Nosotros no podemos conformarnos con ser cristianos anónimos; hemos de
manifestarnos como tales, con afán de continuar en nuestras vidas la historia
de la salvación.
Los evangelios concentraron esa
manifestación de Jesús como el amor de Dios por la humanidad en distintos
momentos. Mateo, en la adoración de los sabios de oriente, mostró el rostro de
amor fraterno y universal del Padre; Juan, en las bodas de Caná, mostró las
bodas entre Dios y la humanidad trae la alegría del vino nuevo a cada persona,
a cada familia; Marcos comienza su evangelio con el bautismo de Jesús en las
aguas del Jordán, donde ese gesto hace que Dios se manifieste ante los hombres
como amor del Padre al Hijo en el Espíritu para salvación de todos.
Estas distintas “epifanías”, estas
distintas formas de manifestarse Dios como amor para el mundo, pueden
invitarnos a que cada persona, cada creyente encontrar nuestra forma de
manifestar a Dios con nuestra vida. Los cristianos somos tan distintos unos de
otros como distintas son las flores, los árboles y las plantas, pero nuestra
vida ha de ser manifestación de la Vida y del Amor de Dios.
Llénate de Dios para mostrar sinceramente con tu vida la fraternidad y la solidaridad, la comunión en la fe, y la intimidad profunda y alegre con el Padre, que Cristo vino a traernos.