La sorpresa del misterio (Juan 20,19-31), breve comentario del Evangelio del Domingo de la Divina Misericordia, 11 de abril de 2021.
Sin sorpresa y sin misterio, la vida acaba
por ser una anodina sucesión de horas y días que se resumen en un “siempre lo
mismo, siempre lo mismo”. La mentalidad utilitarista y objetivadora de nuestra
cultura tecnológica nos empuja a vivir en la superficie de lo material; y
cercena, muchas veces, nuestro encuentro con el misterio y los milagros de la
vida, tan cotidianos, tan luminosos.
Las religiones reservaban la palabra
“misterio” para acontecimientos únicos, en los que personas privilegiadas se
encontraban cara a cara con el poder sobrecogedor de la divinidad… Pero con
Jesucristo todo cambia. El acontecimiento más misterioso e iluminador de la
historia es un Niño que nace en un pesebre, un Justo que muere en una cruz, la
alegría de la vida fraterna que viene del Hijo de Dios. Con Jesucristo, nos
encontramos con el misterio a cada paso en nuestra vida: todo lo verdaderamente
humano nos habla de Dios, y solo en Dios comprendemos la medida de nuestra
propia humanidad.
La amistad, la familia, el amor de pareja,
la armonía con la naturaleza, la lucha por la justicia, la solidaridad con los
más pobres…, todo encuentra su verdadera profundidad en Jesucristo. Ninguna
llaga de nuestra vida, ni los traumas de nuestra alma, ni las enfermedades de
nuestro cuerpo, ni la soledad en la que a veces vivimos nos alejan de Él; al
contrario, en Él encuentran sentido y sanación. Toda la alegría que
experimentamos en Él se convierte en experiencia de la profundidad del misterio
de amor que Dios mismo es.
No dejes de dejarte sorprender por la presencia de Cristo vivo y cercano en tu vida. No dejes de vivir en la sorpresa del Misterio del Amor que se hace cotidiano.