No es un mero acuerdo (Marcos 10,2-12): breve comentario sobre el Evangelio del domingo 3 de octubre de 2021.
Comunión
y procreación son los dos grandes dones que Dios quiso dar a la unión de amor
entre un hombre y una mujer, al matrimonio.
Comunión
íntima, en pie de igualdad, mutuamente sometida y entregada; en la que la mujer
hace hombre a su marido, y el hombre hace mujer a su esposa. Una comunión de
amor que, al ser don de Dios, tiene siempre vocación de eternidad. Ni acuerdo
de intereses, ni derecho a reivindicar: el matrimonio es un don.
Procreación,
que no mera reproducción, porque el hombre y la mujer al concebir un hijo se
abren al misterio de la Creación del mismo Dios. Un misterio que los desborda,
y que los compromete de por vida a una entrega de servicio gratuito y
sacrificado, en la que encuentran un sentido antes inimaginable.
Que el
matrimonio sea un contrato entre iguales, es sólo una pequeñísima parte del
misterio de amor que refleja el amor mismo de Dios. La paternidad y la
maternidad son continua sorpresa que se acoge en la entrega a quien, en cuanto
puede, se va de nuestras manos para vivir, él mismo, el don que Dios le da.
¡Qué
hermoso y difícil es el camino de este don!