Pequeñas
y grandes esperanzas, breve comentario sobre el Evangelio de Juan 1,67-79.
-
José, en el camino de Ani Karen hasta Nazaret he venido pensando muchas cosas.
Isabel y Zacarías han visto cumplido su anhelo profundo de ser padres. Además,
el Altísimo les ha anunciado que su hijo será alguien importante en la historia
de nuestro pueblo, un profeta como el profeta Elías. Yo también veré cumplido
el deseo de toda mujer de tener un hijo; y además los dos sabemos que este niño
es hijo del Todopoderoso. Pero tú, José... el deseo de todo hombre es tener un
hijo que continúe su familia y su sangre. No sé cómo te sientes.
-Es
difícil de explicar, María. Antes de que te quedaras encinta yo te amaba
muchísimo; eras el sol de mi vida; contigo todo encontraba su verdadero
sentido. Cuando me dijiste que estabas embarazada el mundo se me desplomó
encima. Después que me visitara el ángel del Señor todo cambio. Antes pensaba
que no te merecía, ahora pienso que no te merezco en nada en absoluto; antes me
preocupaba cómo sacar adelante nuestra familia en medio de tanta violencia y
pobreza, ahora me tiemblan las piernas de pensar que tengo bajo mi
responsabilidad cuidar al hijo del Altísimo; antes soñaba con tener un hijo
contigo, ahora sueño cómo será el hijo que criemos para que sea el Mesías de
Dios. Todo se ha hecho más hermoso y difícil a la vez.
-
Y, ¿no vas a echar nada de menos?
- No lo sé. Pero mirando tu rostro María, y mirando al hijo de tus entrañas el mundo se paraliza. No sé más; y, a decir verdad, no quiero saber nada más.