Un grito hondo (Mt 25,31-46), breve
comentario sobre el Evangelio del domingo 26 de noviembre de 2023, solemnidad
de Jesucristo Rey del Universo.
El sufrimiento del pobre, del inocente
maltratado, del que sufre…, provoca en nosotros un grito hondo que nuestro
corazón no puede dejar de escuchar. Ese grito, silente y ensordecedor, nos hace
personas.
La revelación bíblica ha mostrado siempre
que el clamor del pobre llega a los oídos de Dios. Y Dios llama a hombres y
mujeres, para que sean sus manos de misericordia y sus labios de consuelo. Así
hizo con Moisés cuando, desde la zarza ardiente, lo envió a liberar a su pueblo,
que sufría esclavitud en Egipto. Así lo hizo con los profetas, cuando clamaban
contra la injusticia y la impiedad de los poderosos de Israel. La plenitud de
la revelación, el Verbo hecho carne, Jesucristo lleva hasta lo inaudito esta
verdad: “Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber;
estuve enfermo o en la cárcel y vinisteis a verme”. Jesucristo nos revela su
presencia real en la persona sufriente, la presencia real de Dios en quien
necesita de nuestra ayuda y consuelo.
¿Qué manera de ser tiene Dios para
identificarse real y personalmente con el que sufre? ¡Qué distinto el Dios
verdadero de aquellos ídolos, que quieren suplantarlo, y en nombre de los cuales
se maltrata o se asesina!
Manos y ojos misericordiosos por toda la eternidad, ese es el Dios verdadero, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Permítenos, Señor, acercarnos a Ti, al pobre, humildemente.