Me dices, Rudy, que por qué sonrío cuando
me dices que, mientras más quieres avanzar en la fe en el Señor, tantas más
dudas tienes y tantos más pecados e incoherencias ves en tu vida.
Mira, aunque te parezca mentira, ese es el
buen camino. Mientras que vivimos la fe como algo dado por supuesto,
dejándonos llevar por nuestra educación, ni nos planteamos dudas, ni
estamos abiertos a la voz del Señor en nuestra conciencia. Pero cuando
decidimos buscar a Dios en nuestra vida, comienzan las preguntas y descubrimos
cuánto dista nuestra vida de lo que el Señor espera de nosotros. Así que vas
por el buen camino.
Cada pregunta que te haces: la moral de la
Iglesia, los pecados de su historia, las preguntas sobre la fe y la ciencia…,
tienen una respuesta, confía en quienes hemos recorrido ese camino antes.
Acercarse al Señor es acercarse a la luz, y la luz pone de manifiesto nuestras
sombras: nuestra actitud infantil y egocéntrica, nuestra falta de empatía con
los demás, incluso con los que más queremos, el creernos el centro del mundo
por encima hasta de Dios… Sin que las heridas vean la luz, no sanan.
Pero lo más importante es que descubras la
sed que tienes de amar y ser amado, y que esa sed sólo en Cristo podrás
saciarla. Sin el Señor, todo el amor que vives será como agua turbia y salobre
que deja la boca áspera. Amar a tus padres y hermanos en Cristo, amar a tus amigos
y a tu novia en Cristo, amar a los que sufren en Cristo, es el camino a
recorrer. Y para ello dejarte amar por Cristo íntima, personalmente. Saber y
experimentar que Cristo está siempre en ti para entregarte su vida y su perdón
será el agua clara para la sed de vida que sientes en ti.