La primera frase del
evangelio de San Marcos dice: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Hijo de
Dios”. Y algunos biblistas apuntan que no es la primera frase, sino el título
de todo el relato evangélico, porque la vida, la predicación y los signos de
Jesús, durante su vida pública, fueron solo el comienzo de su Evangelio. Jesús
continúa hablando, ahora al corazón de las personas, y continúa realizando
signos de liberación y misericordia, ahora de una manera distinta, desde la fe
y el compromiso de sus seguidores. Algo así podemos ver también en el evangelio
del próximo domingo, que es de san Juan: “muchos otros signos realizó el Señor
a la vista de sus discípulos”; y muchos signos sigue realizando el Señor en
nuestra vida.
Pero nos puede pasar
como al apóstol Tomás, que tan traspasado se sintió por el sufrimiento y la
cruz del Señor, que dejó de esperar en Él y se alejó del grupo de los
creyentes, y no estuvo en la experiencia de la vida plena que Jesús les
comunicó cuando partían el pan, el primer día de la semana. Nos puede pasar
también a nosotros que hayamos dejado de esperar la novedad del Señor y su Vida
pase a nuestro lado sin que nos ilumine.
Cristo viene a nuestra
vida en las llagas de la humanidad herida. ¡Tantas heridas psíquicas,
económicas y sociales tenemos unos y otros! Cristo viene, paradójicamente a la
vez, entregándonos su paz: “La paz con vosotros”; y enviándonos a su misma
misión: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. La luz de su
resurrección nos llena de paz, nos hace acoger nuestras heridas y la de los
hermanos con misericordia, y nos hace descubrir cómo vivir siendo amigos y
discípulos suyos. Esta es su vida nueva.