Este es el inicio del mensaje que han publicado los obispos de la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social con motivo del Día de la Caridad y que Cáritas Diocesana de Sevilla también comparte, para animar a colaborar a todos los feligreses en este primer fin de semana de junio de 2021.
“Conmigo lo hicisteis”. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
En este tiempo de pandemia, con la convicción de
que el Señor camina con nosotros, celebramos la Solemnidad del Corpus
Christi, el Día de la Caridad, en el que estamos haciendo
de las dificultades del momento una gran oportunidad para tocar las llagas de
Cristo y descubrir que, detrás de sus heridas, encontramos el dolor y
sufrimiento de nuestros hermanos abriéndonos al misterio de Cristo crucificado
y resucitado donde resplandece la gloria de Dios.
Dios no deja jamás de estar a nuestro lado cumpliendo su
promesa: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos”
(Mt 28, 20). Estos “tiempos recios”, donde se necesitan amigos fuertes de Dios,
invitan a recuperar el sentido de nuestra vida sabiéndonos frágiles y
necesitados de salvación. Una necesidad que se hace concreta en la vida de cada
día, en la projimidad, en la cercanía, en la fraternidad y en la esperanza
cristiana que brotan de la Eucaristía.
En estos tiempos singulares en los que se están tomando iniciativas excepcionales para evitar y detener el contagio de un virus trágicamente mortal, todos percibimos cómo se hacen esfuerzos en muchos lugares de nuestra sociedad para proteger a las personas, a las familias, incluso a las diversas realidades laborales, de los tragicos zarandeos que han herido especialmente a los vulnerables y más empobrecidos, abriendo, así, caminos a la esperanza. En todas esas acciones vamos aprendiendo a hacernos prójimos, hermanos y hermanas. Como discípulos queremos aprender de forma nueva que es a Cristo a quien se lo estamos haciendo, y Él siempre nos responde con su acogida e infinita misericordia.
Estar cerca de los pobres, los más vulnerables, los
niños, los enfermos, los discapacitados, los ancianos, los tristes y solos, los
agobiados por la pesadumbre de la existencia nos cansa, bien por lo abrumador y
desbordante de tantas situaciones, bien por la fragilidad que nos descubren en
cada uno, bien porque nos enfrentan a nuestra debilidad. A este respecto
encontramos aliento en las palabras de san Manuel González: “En la Eucaristía,
está el Corazón incansablemente misericordioso, que a cada quejido de nuestros
labios y a cada lágrima de nuestros ojos… responde – ¡estad ciertos! – con un
latido de infinita compasión” (Un corazón hecho Eucaristía, n 107).
La Eucaristía nos ofrece el don de poder amasar de forma inseparable la caridad y la vida de los pobres. ¿Cómo vivir la Eucaristía sin estar cerca de aquellos más hambrientos , de aquellos con quienes Cristo se identifica al tener hambre, sed, estar desnudo, enfermo o en la cárcel? (Mt 25, 31-46). En esta unión descubrimos la esencia de la dignidad humana que cobra sentido al enraizarse en el mismo Jesucristo...
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