El vicio de condescender (Marcos 9,38-48), breve comentario sobre el Evangelio del domingo 26 de septiembre de 2021.
La condescendencia puede ser también un
vicio, porque impide el crecimiento y el desarrollo pleno de las personas y las
comunidades.
Con los niños lo tenemos más claro; criar
a un niño con excesivos caprichos puede perjudicarlo mucho; un niño mimado
siempre es infeliz, siempre está insatisfecho, ningún reto que exija esfuerzo
quiere afrontar; y, así, permanece siempre en la dependencia y en la inmadurez.
Pero algunas veces somos condescendientes con quienes queremos, o queremos que
los demás sean condescendientes con nosotros mismos.
Necesitamos que nos acojan con cariño, que
nos quieran incondicionalmente, pero también necesitamos que nos digan que no
somos perfectos, en qué tenemos que avanzar y crecer. “El que no avanza,
retrocede” que dice el refrán castellano. Jesús, por su parte, nunca fue
condescendiente con sus discípulos. Acogió a todos, a todos quiso con amor
entrañable; pero de todos esperaba que amaran y se entregaran con todo el
corazón. “Si tu mano te hace caer córtatela”.
El egoísmo, la avaricia, la pereza, la
idolatría del dinero: córtatela y tírala, que solo Dios sea tu Señor.