Mirada de conjunto (Marcos 8,27-35), breve
comentario sobre el Evangelio del domingo 12 de septiembre de 2021.
Se suele olvidar el viejo de que fue joven y el joven de
que un día llegará a viejo; es ley de vida. Pero cuando los niños, los jóvenes,
y los mayores compartíamos una misma casa –grande, con patio, lleno de macetas
verdes y floridas-, la vida de cada día nos lo recordaba. Hoy nuestro mundo se
reduce a la pantalla del móvil o de la tablet que tengamos.
Así condenamos a los viejos a morir solos en residencias
(de las que seguimos sin tener ni siquiera una ley estatal), y a los jóvenes a
ser eternos adolescentes por la falta de un trabajo decente con el que realizar
su propia vida.
Jesús sabía y era consciente ya en Galilea –donde los milagros y su palabra esperanzadora levantaban la admiración del pueblo-, de que su vida iba a pasar por el Huerto de los Olivos y por el Gólgota. Toda su vida la puso en manos del Padre. En Él, nosotros, en los momentos de plenitud, acogemos a los más débiles; en Él, en los de debilidad, nos sabemos acogidos por su presencia. Haz, Señor que, mirando a nuestros hermanos, reconozcamos quiénes somos y cuál es la llamada que nos haces.