Un nuevo oficio (Mc 1, 14-20), breve
comentario sobre el Evangelio del domingo 21 de enero de 2024, III del tiempo
ordinario, ciclo litúrgico B.
Sus planes eran otros. Pedro y Santiago
soñarían en tener hijos; Juan, que era más joven, en casarse y fundar su
familia. Pero llegó el de Nazaret y les cambió la vida. “Os haré pescadores de
hombres”, les dijo en un tono que sonaba un poco a broma. ¿Qué significaba
aquello? El tiempo lo diría.
“Pescador de hombres” no consistió en
reclutarlos para formar un ejército o engrosar una secta religiosa. El de
Nazaret constantemente les decía: “A ver qué os parece...; un hombre tenía...”.
Y hacer pensar a las personas no es el camino más rápido para tener asegurada
su obediencia. “Pescador de hombres” tampoco consistió en tenerlos como
servidores suyos, como hacen los grandes señores. El de Nazaret era el primero
cuando había que arrimar el hombro y se cargaba con las tareas más duras e
ingratas.
Para pescar peces hay que mojarse, y para
pescar hombres hay que comprenderlos y amarlos. A las personas se nos pesca
cuando nos sabemos comprendidos y acogidos, cuando se nos ofrece un camino de
bondad concreto que recorrer, y cuando quien hace todo eso se muestra débil y
humilde, necesitado de nosotros. Pescar hombres con las redes del amor de Dios,
que no enredan, sino que llenan de paz y dan libertad. El Señor nunca manipula;
nos muestra en algunos momentos su rostro, pero después deja que lo busquemos y
lo encontremos en libertad.
¿Estamos actuando así quienes decimos actuar en su nombre?