¿A cuánto estás dispuesto? (Marcos 12, 38-44), breve comentario sobre el Evangelio del domingo 7 de noviembre de 2021.
Vivir la relación de amistad con Jesucristo es siempre una aventura, que se sabe cómo empieza, pero no cómo acaba. Quien cree en Él sabe que sus palabras son palabras de vida y quiere poner los propios criterios y sentimientos por detrás de lo que el Señor nos dice.
Querer ser discípulo de Cristo y vivir en la ambigüedad de seguir siendo el dueño de la propia vida es iniciar un camino de hipocresía que nos llenará de tristeza. Decir que creo en quien es Perdón, y guardar rencor; decir que creo en quien es Misericordia, y vivir con egoísmo; decir que creo en quien es Justicia, y volver la espalda a quien ve pisoteados sus derechos, es situarse en la mentira y el vacío.
Cristo a nadie obligó nunca a ser discípulo suyo ni a seguirlo; pero, si hacemos esa elección, tenemos que estar dispuestos a acoger todo lo que nos pida. Podremos ser débiles y ceder a la tentación; podremos tropezar y caer; pero cuando nos levantemos, tenemos que seguir a su lado.
Solo así viviremos la alegría de ver los
signos que sigue haciendo entre los más pobres; de escuchar las palabras de
ánimo y de sentido con las que sigue alentando a los que sufren; de experimentar
que sigue vivo, y que sigue dando vida. Contemplar la acción de su Espíritu en
los pobres y sencillos, en los nuestros, será nuestra mayor alegría.