Delicadeza y ternura (Lc 2, 1-14), breve comentario del Evangelio del sábado 25 de diciembre de 2021, solemnidad de la Natividad del Señor.
Con la delicadeza que una madre lava a su
hijo recién nacido; con la ternura que su padre lo coge en brazos; con el amor
que ambos se miran como si el mundo se hubiese parado y nada pudiera salir
mal…; así viene Dios a nuestra vida, con delicadeza y ternura.
No quiso Dios imponer nunca su voluntad.
Sus palabras, silenciosas; su presencia elocuente siempre es respetuosa con
nuestros sentimientos y nuestra voluntad. A veces lo quisiéramos castigador
–con los otros-; a veces lo imaginábamos acusando y corrigiendo a todos. Pero,
cuando quiso venir a mostrarnos su rostro, eligió el de un niño recién nacido
cuidado por su padre y su madre, en la pobreza más radical.
La presencia de los cristianos debe ser
así: como la de María y José cuidando a su hijo. Con delicadeza y ternura para
con su hijo; con sacrificio y abnegación para con ellos mismos; con valentía y
prudencia para con el mundo, tantas veces hostil y cruel.
El niño, que se duerme bajo la mirada de
su madre María, nos habla de la bondad de Dios, que florece como el almendro,
antes incluso de cubrirse de sus verdes hojas. Solo los contemplativos lo
descubren; por eso solo los contemplativos pueden iniciar los cambios
verdaderos que necesita nuestro mundo.