Revestidos de la fuerza de lo alto (Lc 44, 46-53), breve comentario sobre el Evangelio del domingo 29 de mayo de 2022, la Ascensión del Señor.
Últimamente, en el contexto de las
ciencias sociales, se usa una palabra que me parece cacofónica:
"empoderamiento". Me suena mal por dos motivos. Las palabras largas,
que hay que respirar antes de pronunciarlas, nunca me han gustado. Sin embargo,
su sentido es bueno: la adquisición de capacidades e independencia por parte de
un grupo social desfavorecido para mejorar su situación; pero hace mención al
“poder”, sin vincularlo al amor ni al servicio. Y, sinceramente, ni el poder de
Dios sería bueno si no nos hubiese mostrado Jesús que, tanto como su poder, el
amor de Dios es infinito, y que siempre lo usa al servicio de todas las
personas. Así lo hizo Él que es el Hijo de Dios.
El
Espíritu Santo nos reviste de la fuerza de lo alto y nos capacita para vivir en
paz los problemas más difíciles, para no dejarnos vencer por el desaliento y el
conformismo, para buscar con creatividad solución a los problemas de los
pobres, y para extender siempre la alegría del Evangelio.
Cada
día tenemos que pedir que el Señor nos envíe su Espíritu, que revista nuestra
debilidad con su fuerza. “Yo solo le pido al Señor que me dé fuerzas para criar
a mis hijos”, me decía una joven ante los problemas que tenía. Esa es la fuerza
que queremos pedirle y que el Espíritu Santo quiere darnos.