Seguridad en la fe (Jn 10, 27-30), breve comentario sobre el Evangelio del domingo 8 de mayo de 2022, IV de Pascua.
Pocas cosas puede haber peor que vivir con
miedo. Cuando alguna persona me comparte que vive con miedo, entiendo que pasa
por un profundo e intenso sufrimiento. Intento tranquilizarla y objetivar su
situación, incluso con alguna pequeña broma, pero la comprendo.
La fe en Cristo tiene la virtualidad de
darnos seguridad y confianza. Ninguna situación puede alejarnos de Jesucristo.
Quien vive de la fe, en toda circunstancia se sabe arropado y protegido por el
Señor, el buen pastor. Quizás por eso el salmo más querido por muchos creyentes
es: “El Señor es mi pastor, nada me falta; por verdes praderas me hace recostar
y repara mis fuerzas...”
La presencia íntima, cercana, sensible de
Cristo en nosotros es un don cotidiano que nunca agradeceremos lo suficiente.
Esa conciencia de estar entre sus manos no nos evita los problemas, pero nos
hace afrontar las dificultades de nuestra vida con serenidad en el corazón y
una sonrisa en los labios, incluso en los momentos más duros. Sabemos que quien
pasó por la cruz nos arropa y nos acoge. Sabemos que quien fue enviado por el
Padre a anunciar su amor a los hombres, también nos envía a nosotros a hacer de
nuestra vida semilla de su amor.
“Aunque camine por cañadas oscuras, nada
temo. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y
habitaré en la casa del Señor por años sin término”.