Un sacerdocio nuevo (Lucas 9, 11-17), breve comentario sobre el Evangelio del domingo 19 de junio de 2022, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
En la Última Cena, Jesús
realizó un gesto que daría mucho consuelo y mucho que pensar a sus discípulos:
Tomó un poco de pan y de vino, y les dijo que aquello era su cuerpo y su
sangre, sacramento de la nueva alianza.
Tan profunda impresión
causó estas palabras en los discípulos que, cada vez que querían recordar
juntos a Jesucristo, partían el pan; y aquel recuerdo lo vivían, no como una
conmemoración, sino como una actualización de la paz y de la gracia, del amor y
la salvación que Jesús les trajo. Pudieron comprender que, en la persona de
Jesucristo, se realizaba un sacerdocio nuevo, no basado en ritos, ni en
ceremoniales, sino en la entrega de su vida por la que ellos experimentaban una
vida nueva.
Tan distinto era aquel
sacerdocio del de los judíos, del de Aarón y los levitas, que acudieron a un
personaje del Antiguo Testamento coetáneo de Abraham: Melquisedec. Este bendijo
a Abraham cuando venía de arriesgar su vida por rescatar a su sobrino y a su
familia, que estaban prisioneros y esclavos. Aquel gesto valiente y solidario
de Abraham le gana la bendición de Melquisedec, que le agasaja con pan y vino.
Un gesto sencillo para quien venía feliz por ayudar su hermano.
Así es la eucaristía: Regalo
que se nos ofrece, con la sola condición de abrirnos a la fraternidad con el
que sufre y a la amistad con un Dios que es verdaderamente Padre.