Tiempo de sementera (Lucas 10, 1-20), breve comentario
sobre el Evangelio del domingo 3 de julio de 2022, XIV del Tiempo Ordinario.
Para la agricultura el verano no es tiempo de sementera. El calor y la sequedad de julio y agosto no hacen posible que una semilla sepultada en la tierra tenga la mínima humedad, para poder sobrevivir sin calcinarse. Pero en lo que a la persona respecta, puede ser lo contrario.
Toda semilla necesita quietud y sosiego para que, con un
poco de humedad, pueda romperse por dentro y empezar a echar pequeñas raíces y
a brotar. El verano es ese tiempo de quietud y de sosiego, que necesita nuestra
alma para que en ella brote la novedad que siembra el Espíritu. Una lectura,
una conversación, una nueva experiencia, un rato prolongado de oración... De
muchas maneras, el Espíritu puede sembrarse en nuestra vida y hacernos echar
raíces y brotar por donde no esperábamos.
El evangelio de este domingo nos muestra cómo Jesús envía
de dos en dos a sus discípulos, para que fueran iniciando la sementera del
Reino de Dios. Eran personas sin cultura del discurso, pero les hablaban a
campesinos, con sus mismas inquietudes, de la esperanza del Reino. Los habría
descreídos y escépticos de aquel anuncio de promesas. Pero, para su alegría,
muchos los creyeron. Hasta el propio Jesús, quizás sorprendido, se alegró.
No endurezcas tu corazón; que la sementera del Reino que, cada amanecer, esparce el Espíritu, no te agarre cerrado ni escéptico. Dios se vale de quien menos lo esperas para impulsarte en los caminos de su alegría.