Cáritas enero de 2020

Dios ha puesto su tienda entre nosotros. Se ha religado con la historia humana, para que no nos perdamos en la oscuridad de la noche ni la sed del desierto pueda asolar nuestras vidas. Nadie sin luz, nadie sin amor, nadie sin esperanza, nadie sin vida. Tengámoslo también presente durante esta colecta, que hoy se destina a la atención de los hermanos más necesitados, y traduzcamos nuestra alegría en abundante generosidad.


«El agente de la caridad de ser consciente de este misterio: su acción, su palabra, su testimonio, su gesto, es Palabra de Dios que está hablando al mundo. Vuelca la Palabra recibida en acción, predica prescindiendo de las palabras, y esto quizás exige mayor riesgo en comportamiento. Quien actúa en el ámbito de la caridad no debe tener pudor de atribuirse a sí mismo esa capacidad de predicar a Jesucristo por medio de su actividad, puesto esto dota a la acción caritativa de otra dimensión. Quien practica la caridad está predicando y testimoniando ya a Jesucristo. El agente de la caridad es mediación, y esto lo perciben quienes lo ven.

El agente de la caridad teje un espacio de encuentro, de ternura, donde lo que se juzga son los actos, más que las palabras, La entrega gratuita, al servicio del otro, se convierte en testimonio del amor de Dios por nosotros. Dios actúa a través nuestro. Quien practica la caridad se convierte en el amor de Dios en acción, pues el amor de Dios por su creación, por su criatura, ha de ponerse en acto...

El servicio de la caridad lleva en ocasiones a situaciones de desánimo, de pérdida del sentido, de dolor o desesperanza. Hoy se habla con frecuencia del desgaste de los cuidadores, del cansancio y agotamiento que lleva a veces a la renuncia. Recurrir a la Escritura deviene fundamental en los momentos más duros; aquellos en los que el agente de la caridad tiene que enfrentarse a los sentimientos de angustia y de desconfianza que inevitablemente provocan en ocasiones la experiencia de escasez, de dolor y de fracaso. Volviendo a la Escritura, uno se encuentra con ese amor primero, ese amor gratuito, inconmensurable, de Dios, que nos ama inagotablemente a todos y cada uno de nosotros y, desde ahí, descansa. El agente de la caridad podrá transformar así el desasosiego en esperanza. Esta esperanza se apoya, en efecto, en la confianza en que Cristo se halla vivo y presente en realidades trágicas a que nos enfrentamos. El agente de la caridad no desespera, pues confía en las palabras de Jesús: el reino de Dios está cerca.