Primer domingo de Cuaresma, tiempo que nos prepara a la solemnidad de la Pascua: a celebrar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Es tiempo de tomar conciencia de lo que significa haber recibido el bautismo y renovar nuestros compromisos bautismales en la noche santa de la Resurrección del Señor.
Como el pueblo de Dios en su caminar por
el desierto hacia la tierra prometida, como Cristo en el desierto de Judea, así
nosotros entramos en el desierto de la Cuaresma, para escuchar la Palabra de
Dios, orar profundamente y convertirnos de nuestros pecados.
Podremos decir que esta Cuaresma nos ha
acercado a Dios, si hemos acercado el corazón a nuestros hermanos,
especialmente, los más débiles y necesitados.
El miércoles pasado comenzábamos el tiempo
de Cuaresma, escuchando la llamada que Jesús nos hace, en el evangelio de san
Mateo, a la oración, al ayuno y a la limosna. Hagamos de la colecta de este
domingo:
+nuestra oración por quienes carecen de lo
necesario.
+nuestro ayuno y privación de alimentos,
caprichos…, para acercarnos así, desde la austeridad de vida, a la realidad de
los más pobres.
+y nuestra limosna, para remediar, en lo posible, la carencia de nuestros hermanos.