Estás invitado (Mateo 22, 1-14), comentario sobre el
Evangelio del domingo 11 de octubre de 2020.
De los satisfechos, líbranos Señor. De esa actitud de
autosuficiencia y falsa seguridad que nos aísla de todos, nos hace sentirnos
superiores, o nos encierra en la tristeza de la pantalla del móvil, líbranos
Señor. El Reino de Dios es de quien, con humildad, se sabe necesitado de Dios y
de los demás, de los que se consienten ser vulnerables y falibles, de los que
no se ocultan su propio pecado con la certeza de que hay Alguien que los abraza
en su debilidad.
El Reino de Dios se parece, nos dice Jesús el próximo
domingo, a una fiesta en la que los invitados, llenos de ilusión por la
invitación que les han hecho, corren a sus casas a quitarse las ropas de
trabajo y a ponerse la ropa de los días de fiesta. Y a la hora convenida van
reuniéndose con ganas de cantar, de bailar, de comer juntos, de gastarse bromas
y reírse abrazados. Todos alegres por ser invitados por el primogénito del rey
de la vida.
Hay quienes no aceptan la invitación; ya tienen bastante
comida y bebida en su nevera; o no quieren juntarse con personas de más baja
condición social; o la pantalla de su móvil los tiene enganchados por las
pupilas; o esperan llegar a ser perfectos esforzándose mucho y llegar impecables
a un lugar preferente a ese banquete… Muchas son las razones para no ir, y sólo
una para acoger la vida: estar vivo.
A los jóvenes y a los viejos, a las familias y a los que
vivimos solos, a los enfermos y a los sanos, a los que llegasteis de lejos y a
los que nacimos aquí…, a todos nos llega la invitación de Jesucristo de dejar
nuestras rutinas y llenarnos con la alegría de creer, y tener la certeza, de
que Dios Padre nos quiere y nos propone caminos para vivir como hijos suyos y
hermanos unos de otros. ¡Venga! ¡A ponernos el traje de fiesta!