Vino nuevo (Juan 2,1-11)
“Nos fuimos a vivir juntos, como los
jóvenes de nuestro tiempo se van a compartir toda la vida, aunque sin el
valor de reconocerlo. Nos fuimos a vivir juntos y nuestra vida era un
lienzo en blanco en el que queríamos pintar futuro. Soñábamos en vivir
una aurora cada noche y un cielo cada mañana. Soñábamos en crear algo
distinto, porque cada pareja piensa que inventa el amor, y así es.
Creíamos que no podíamos amarnos más, y no habíamos comenzado el camino de la entrega…
Luego la vida nos mostró que el amor se cincela a golpes; que la
ilusión ha de realizarse en la debilidad de nuestro espíritu y en la
necesidad de nuestra carne. Vino la enfermedad; vinieron los problemas;
vinieron torbellinos de vida, con nombre de niños, que nos arrebataban
de nosotros mismos y parecía que nos obligaban a olvidarnos de todo.
Pero no lo hicimos.
No nos olvidamos del Misterio que nos fundió en
un solo cuerpo; no nos olvidamos de la Palabra que nos dimos en sincera
soledad; no nos olvidamos de que en nuestro corazón y en el latir de
nuestro amor hay Alguien más grande que nuestra propia limitación. Y
nuestro amor fue realizándose; fue cumpliendo promesas, sin que otras
nuevas faltaran. Ante el error pusimos perdón; ante la dificultad,
entrega; ante la incomprensión diálogo; ante los problemas, silencio
compartido.”
Es bonita la ilusión, pero más hermosa es la sólida
entrega que se abre al futuro. Y sois muchos los que transformáis la
ilusión en amor, y un amor abierto a un futuro de mayor entrega.