Gloria iluminadora (Juan 13,31-35)
La gloria de Dios es la vida del hombre, que el pobre tenga
vida. La gloria de la persona es acoger la vida plena de Dios.
Un matrimonio joven pasea por el parque, ella embarazada,
pasean de la mano: Gloria de Dios. Un grupo de adolescentes parlotean
animadamente, comen el bocadillo, hora del recreo: Gloria de Dios. Voluntarios
de la parroquia están reunidos, buscan la integración de niños de familias
inmigrantes: Gloria de Dios. Un hombre de mediana edad sale del metro y espera
a que salgan uno, dos, tres, cuatro niños: Gloria de Dios. 20 años, el corazón
lleno de ilusiones, un joven quiere consagrar su vida al Reino: Gloria de Dios.
En el último banco de la Iglesia una mujer joven se arrodilla,
tiene a su lado la bolsa de la compra, su oración con la cabeza baja queda en
su intimidad: la persona se glorifica. Un anciano llora, conversando con el
sacerdote; la enfermedad de su esposa lo angustia: amor sufriente, palabras de
consuelo, fortaleza en la fe, la persona se glorifica. Siete y media de la
mañana, trabajadores en el transporte público, uno de ellos lee en su móvil el
evangelio del día, suspira para llenarse de la humanidad de Espíritu que lo
envuelve: la persona se glorifica. Delante del confesionario, desahoga su
corazón; son pecados cotidianos enquistamiento de relaciones, debilidad en las
propias opciones, tropezones de orgullo y rencor; la misericordia del Padre lo
reconcilia y lo libera: la persona se glorifica.
Dios hecho hombre entrega su vida para que el hombre acoja su
amor: Gloria de hombre y de Dios.