Por caminos desconocidos (Juan 14,23-29)
Por caminos desconocidos nos llevan la vida y el Evangelio.
Vivir es acoger situaciones y experiencias nuevas, para las que no
estábamos preparados, que llenan de sorpresa o zozobra nuestro corazón.
Sin esperarlo abandonamos el regazo materno y formamos un grupo de
amigos en ilusiones e intimidad; sin esperarlo sentimos sediento nuestro
corazón y nos enamoramos; sin esperarlo acogemos,
alegres e inconscientes, la gracia de ser padres; sin esperarlo somos
los responsables y cimientos de un hogar; sin esperarlo vemos cómo la
vida nos pasa por delante y nos reta a sumergirnos en ella.
No
tengas nunca miedo, a cada nuevo reto de la vida, el Espíritu nos
acompaña, nos fortalece y nos protege. No temas, afronta los retos con
sensatez y audacia, poniendo de tu parte todas tus luces y energías, que
el Señor nos prometió su Espíritu: El Padre enviará en el nombre de
Jesús a un Defensor, al Espíritu.
No dejes la vida pasar delante de
ti sin vivirla en profundidad. Los caminos ya recorridos no nos llevan a
lugares nuevos. Estamos en la hora de reinventarnos. Cada parroquia,
cada comunidad cristiana, cada grupo de la Iglesia ha de asumir la
invitación que Dios nos hace en la claridad de la mañana, en los
perfiles de un rostro, en la inquietud honda por vivir al impulso del
Espíritu.
El reto de nuestro tiempo es ser creativos, ir recorriendo
como Iglesia los caminos del Evangelio. Caminos que compartimos con los
jóvenes y las familias, con los enfermos y los refugiados, con los que
dudan y retroceden, con los que buscan una economía más humana, con
todos los que creen.