Comentario al Evangelio del Domingo día 8 de Mayo de 2016

Entre retos y Gloria (Lucas 24,46-53)
Entre la perplejidad y la alegría se encontraban los discípulos de Cristo cuando experimentaron que su maestro, el que habían crucificado los hombres, subía a lo más alto del cielo, a lo más profundo de su corazón. Perplejidad por el vacío que dejaba y que los forzaba a vivir libres. Alegría porque sabían que la vida entera de su Maestro, tal como ellos ya sospechaban, era el sentido de la vida de toda la humanidad; alegría porque, mirando hacia atrás, todo lo que habían vivido los había llenado de una riqueza personal insospechada. Toda experiencia de Dios es así.
Cuando has visto culminada la obra del amor, la vida te hace caminar por senderos nuevos, en los que tendrás que seguir avanzando en humildad y confianza. Siempre tenemos la tentación de quedarnos mirando a las alturas, donde Cristo ya no está –tan alto subió que está en lo profundo-.
Los discípulos tenían un reto imponente, ver cómo continuar con el seguimiento de Cristo cuando ya no lo tenían delante, sino dentro; cuando su horizonte ya no era Israel sino el mundo entero. Grandes retos también nos plantea a nosotros Cristo: personas sufriendo, sin casa, sin esperanza, viviendo sin fe.
Algunos asumen retos: la Comunidad de San Egidio, en Italia, ha acogido a cien refugiados de Oriente Medio. Otros vivimos entre guardar nuestra fe para las fiestas de guardar, y los hacer de la procesión nuestro compromiso cristiano más importante… Envía tu Espíritu, Señor, y renueva nuestros corazones y nuestra Iglesia. Haznos capaces de asumir los retos que tu nos ofreces para ser testigos veraces de tu amor y de tu vida.