Alegría
en la fragilidad (Juan 2, 1-11), comentario al
Evangelio del 20 de enero de 2019.
Las parroquias son, muchas veces, lugares
donde se recoge y se expresa toda la fragilidad de las personas: oraciones
suplicantes y emocionadas ante una imagen del Señor o de la Virgen; silencio
humilde y contemplativo ante el Sagrario; padres y madres, a veces cansados,
que se acercan con sus niños; ancianas que encuentran en el Templo su segunda
casa; familias pobres que vienen a paliar sus carencias y sus necesidades;
inmigrantes recién llegados que todavía no han encontrado su lugar en nuestro
pueblo; arrepentimiento sincero de quien busca el perdón que necesita en el
sacramento; jóvenes en los que palpita la ilusión por cambiar el mundo; el
servicio pobre y humilde de muchos que quieren construir la familia de todos…
Las parroquias son lugares donde, cotidianamente,
se transforma nuestra fragilidad en impulso hacia el servicio, la esperanza y
la alegría. Sólo hay una condición para que esto sea así, aquello que dijo
María: “haced lo que Él os diga”.
En las parroquias no es extraño que el más
sencillo se sienta protagonista y partícipe; que quien no cuenta en otros
lugares, aquí se sepa elegido, valorado; que quien llega desolado y vacío acoja
el consuelo que necesita para seguir luchando. Ojalá cada persona que nos
acercamos a nuestras parroquias sintamos que nos ponen un nombre nuevo
pronunciado por la boca del Señor. Que ya no nos llaman “Abandonados”, ni a
nuestro pueblo “Devastado”; sino que nos llaman “Elegidos”; y que cada uno
escuchemos que se nos dice: “el Señor te prefiere a ti”.
Esto es el Señor quien lo hace, sólo nos
pide nuestra fragilidad.