Su abrazo (Lucas 15, 1-32), breve
comentario sobre el Evangelio del domingo 11 de septiembre de 2022, XXIV del
Tiempo Ordinario.
La palabra “alegría” acompaña al papa
Francisco en sus escritos más importantes. Nos habla de la alegría de anunciar
el evangelio, de la alegría del amor de pareja y de familia, de la alegría de
la fraternidad y de la alabanza que brota en nuestros labios ante la hermosura
de la creación. Dios Padre nos creó para la alegría y la alabanza.
El pecado nos provoca tristeza. La
codicia, la tristeza de no tener más, de no acumular más. El afán de poder
siempre nos hace tropezar con quien es más poderoso que nosotros. Los distintos
vicios, aunque nos proporcionan un placer momentáneo, dejan en nuestro corazón
un poso de tristeza por la indignidad a que nos llevan, por el daño que hacemos
y nos hacen. La envidia, los arrebatos de genio, la indolencia y la pereza, el
orgullo, la cobardía... Lo que nos quita la alegría viene del pecado.
También está la tristeza de “los buenos”;
de los que en vez de entregarse sin condiciones a los demás buscan alguna
recompensa: reconocimiento, alabanzas, influir en el comportamiento de los
otros, ser vistos como personas nobles... Si cuando somos “buenos” no vivimos
alegres, es que hemos puesto nuestra alegría no vivir en Dios y en su Hijo
Jesucristo, sino en nuestra propia gloria y voluntad.
Deja a un lado la tristeza y decídete a buscar el abrazo del Padre que te reconciliará con tus debilidades y con las de tu hermano. ¿Quién necesita algo más que su abrazo?