Dolorosamente humano (Mateo 27), breve comentario sobre la lectura del domingo 2 de abril de 2023, Domingo de Ramos.
Iniciamos la semana de pasión, la Semana Santa que
culmina en la cumbre luminosa de la resurrección de Cristo. Muchos momentos de
una densidad humana y religiosa imponderable van a ponerse delante de nuestro
corazón creyente: la Magdalena ungiendo los pies del Maestro, profetizando su
entrega; su entrada entre vítores en Jerusalén, proclamado Hijo de David; la
expulsión de los mercaderes del Templo y su enfrentamiento con las autoridades
de su tiempo; la traición de Judas; la última cena; la oración en el Huerto; el
juicio en el que los sacerdotes se condenan; la flagelación y las burlas de los
soldados; la sentencia de la autoridad civil; el abrazo a la cruz; el perdón a
los enemigos en el mismo suplicio; la mirada a su Madre, su entrega en los
brazos del Padre...
Es este un tiempo en el que nuestra oración tiene que
dejar de ser meditación moral sobre nosotros mismos, y abrirse al poder
infinito de la impotencia de Dios, a la riqueza de la pobreza del Hijo, a las
razones del silencio del Padre. Nuestra oración ha de dejar de razonar y
meditar para abrirse a la contemplación. La cruz de Jesús invita a guardar,
primero, un silencio respetuoso, después, un silencio lleno del amor, no del
nuestro –que es débil y voluble- sino del amor en Él contemplado.
El amor es más fuerte que la muerte, proclamaba el Cantar
de los Cantares; el amor es siempre semilla de esperanza.
Recemos por mons. Álvarez, obispo encarcelado en
Nicaragua.