¿Qué
hacer con las cenizas de un difunto?
La
postura católica es clara: las cenizas del fallecido no son “un objeto” y,
mucho menos, una propiedad. Ni siquiera basta con decir que son “un recuerdo”,
como sí lo es una foto o un objeto cargado de memorias del pasado. Son mucho
más.
La cremación es
lícita y las cenizas deben conservarse en un lugar sagrado.
La
Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación
del cadáver “no toca el alma”, ni tampoco niega “la doctrina cristiana sobre la
inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo”.
La
Iglesia “sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos”, porque, con ella, se
demuestra un mayor aprecio por los difuntos.
Las
cenizas “deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si
es el caso, en un templo o en un área especialmente dedicada a tal fin por la
autoridad eclesiástica competente”.
No se puede conservar las cenizas en el hogar.
En nuestra Parroquia de San José Obrero, disponemos de un cinerario de uso gratuito, para que las cenizas de nuestros difuntos permanezcan así en un lugar sagrado. Sólo hay que comunicar al párroco el interés por que sean depositadas en este espacio.