Horizonte de luz (Lucas 9, 28-36)
“te estoy pidiendo que nos casemos todavía, no es eso. Sólo
te digo lo hermoso que me parece lo que se dicen los novios al casarse: “En la
salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas…” Es hermoso que una
pareja se proponga amarse y cuidarse cuando en el horizonte aparezca la cruz.
Querernos como nosotros ahora es casi natural. Tú eres tan
hermosa, y tan buena conmigo, que no podría no quererte. Pero yo te querré
cuando ya seas viejecita y tu cuerpo ya no esté tan terso y suave; yo te querré
cuando estés enferma, y querré cuidarte con mimo; yo te querré aun cuando los
problemas de la vida ensombrezcan tu rostro.
No, no; no es que sea un romántico. ¿Qué clase de amor es el
que sólo quiere en lo fácil? Yo quiero que sigamos juntos, sobre todo, cuando
tengamos problemas. No me lo imagino, pero algún día uno de los dos estaremos
en un hospital, y me emociona pensar que el otro estará allí al lado de esa
cama. Yo quiero que nuestro amor sea tan fuerte que ilumine cualquier tiniebla.
Contigo a mi lado sólo me da miedo que no me quieras.
No, no; no me digas que pienso cosas extrañas. También
nosotros llegaremos a mayores; también nosotros podremos tener problemas con
nuestros hijos; también nosotros viviremos la enfermedad, la cruz. Y nada de
eso me da miedo sabiendo que cuento contigo.
Ven, ven; ven ahora aquí cerca que te abrace; acurrúcate en
mi pecho, que tu cercanía se convierte para mí en manantial de reconciliación y
de paz. Teniéndote así, ¿cómo no creer en Dios?