Vivir en Esperanza (Lucas 24,1-12)
Eran los mismos, pero su vida había cambiado. Los tres años con el Nazareno les había hecho ver la vida de manera muy distinta. Mientras estuvieron con el Maestro vivían profundamente ilusionados; lo veían como el jefe del pueblo que iba, por fin, a cambiarlo todo; se veían, aunque no quisieran reconocerlo, como líderes, también, de su pueblo; reconstruirían a Israel desde la justicia, y Jerusalén sería, en verdad, ciudad de paz.
Pero la experiencia de la muerte y resurrección de Jesucristo los cambió más profundamente que los tres años que lo habían acompañado. Ya no vivían una ilusión, yo no vivían de una esperanza; la experiencia de la resurrección los hizo vivir en esperanza.
Seguían experimentando su debilidad y la debilidad de los hermanos, seguían doliéndose de las injusticias que tenía que soportar el pueblo, seguían alentándose y alentando a todos hacia el bien, pero su corazón tenía ya su raíz en otra vida, en la vida del Resucitado.
Antes estaban enraizados en esta tierra y sus ramas se adelantaban al cielo. Ahora tienen como centro y raíz de su vida a Jesucristo y sus ramas se doblan hasta el suelo por el peso de los frutos de vida nueva. La experiencia de la Resurrección los cambió para sorpresa de ellos y de todos.
Vivir en esperanza es ser capaz de saborear la belleza de la bondad y el amor. Vivir en esperanza es saber poner en su sitio las contrariedades y el dolor. Vivir en esperanza es tener la vida en la Vida de quien se entrega como servidor de Dios y de todos.