Nuestra Cuaresma con San José

La Cuaresma es tiempo especialmente dedicado por la Iglesia a reflexionar sobre nuestra vida, a reconocer nuestras sombras y ambigüedades, y a convertirnos al Evangelio que encuentra su máxima expresión en la Resurrección de Jesucristo. Un medio importante de ese proceso es el celebrar el sacramento de la reconciliación. Como este año cumplimos los primeros 50 años de nuestra parroquia, nos ha parecido bien tener su testimonio y su experiencia creyente como referente y guía.

Para celebrar el sacramento de la reconciliación de manera adecuada es importante realizar primero que se vino en llamar “examen de conciencia”, es decir reflexionar sobre los comportamientos que nonos ayudan a vivir como hijos de Dios, que nos hacen daño o con los que hemos hecho daño a los demás. Después de esa reflexión es importante tener la actitud sincera de querer cambiar y pedir ayuda a Jesucristo para que nos convirtamos al Evangelio. Estaremos entonces preparados para acudir a la confesión y abrir nuestro corazón a la misericordia de Dios en el sacramento de la reconciliación.

Os ofrecemos un pequeño “examen de conciencia” en torno a los textos evangélicos en los que aparece la figura de San José.


San José es maestro de vida y oración:

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería denunciarla, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer (Mateo 2,18-25).

A José le tocó vivir un acontecimiento sorprendente, y en un principio desagradable: la muchacha con la que se había prometido estaba embarazada sin que fuera suyo aquel niño. Sin dejarse llevar por sus impulsos, y después de pensarlo con serenidad, decidió repudiar en secreto a María, así no sería lapidada y el niño podría nacer. José se mostró como un hombre sereno y de corazón amplio. Pero después, nos dice el evangelio de Mateo que escuchó a Dios a través de un ángel, que le mostró la verdadera realidad de aquel niño. José confió en Dios y acogió a María como su mujer y al niño como su hijo.

• La prudencia y la serenidad de José nos hace pensar cuántas veces nos dejamos llevar por nuestros primeros impulsos, siendo injustos con los demás.

• También nos enseña a presentar toda nuestra vida a Dios para que podamos descubrir qué es lo que nos pide en las contrariedades y dificultades que nos encontramos. ¿Vivo mis dificultades como una llamada de Dios a buscar en él nuestro apoyo y a servirlo?

• ¿Dedico el tiempo necesario al encuentro con Dios?

• San José nos enseña a vivir nuestra afectividad y nuestra sexualidad buscando el amor y la voluntad de Dios.

San José defiende la vida de Jesús.


Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto. (Mateo 2, 13-14)

De una manera muy especial, José escuchó a Dios que le pedía que defendiera la vida de su Hijo. Sin dudarlo pone toda su vida al servicio de la vida del Hijo de Dios.

Es esto una llamada a nosotros para defender la vida de todos los hijos de Dios. Hemos de mirar con especial ternura a las familias que viven en dificultades económicas, a los niños cuyas familias están pasando por problemas graves. Hemos de mirar con especial comprensión a las familias inmigrantes, porque la Sagrada Familia estuvo inmigrante en Egipto.


• ¿Estamos defendiendo, de alguna manera, alguna causa justa, o estamos colaborando en la ayuda a los países más pobres, a los pobres de nuestro pueblo?

• ¿Tengo actitudes o sentimientos de rechazo a los hermanos inmigrantes, o a cualquier otro grupo social?

• Especial cuidado y ayuda merecen las madres embarazadas que llevan una nueva vida en su seno, para que se sientan arropadas en su misión de dar a luz una vida nueva.

• ¿Afrontamos los problemas que hay en nuestra casa con generosidad, colaborando todos juntos para resolverlos? Como José y María también nosotros hemos de vivir unidos en la familia para afrontar todas las dificultades que nos vengan.

Sencillo y humilde carpintero

Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret (Mateo 2,19-23).

José fue un hombre sencillo y trabajador. Los evangelios nos dicen que su profesión era algo así como carpintero, un artesano que hacía y arreglaba las casas y sus enseres. De hecho nuestra parroquia recuerda especialmente esa tarea de José.

• ¿Soy responsable y cuidadoso en mi labor cotidiana, en la casa, en los estudios, en mi puesto de trabajo?

• ¿Intento ser honrado en todas mis acciones?

• ¿Busco cultivar en mi vida sentimientos de humildad, alejándome del orgullo de creerme mejor que otros, despreciando a quienes considero peores que yo?

• ¿Participo asiduamente en la eucaristía como la celebración comunitaria de encuentro con Jesucristo Resucitado?

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Sería muy bueno que en esta cuaresma encontráramos momentos de tranquilidad en la presencia de Dios. Que ante Él reconociéramos nuestros errores y pidiéramos la fuerza necesaria para vivir con autenticidad nuestra fe.