No es lo que parece (Mateo 4, 1-11)

No todo es lo que parece, te lo he dicho más de una vez, hijo. Hay situaciones, entre las que tenemos que elegir, que pueden ser engañosas. Queremos elegir la transgresión del orden establecido, una libertad que está por encima de las normas, el fruto prohibido por anacronismos sociales; y nos encontramos consecuencias indeseadas que lastran nuestra vida y nuestras relaciones.

Tú no querías la situación que se ha creado, pero has puesto todo de tu parte para que se dé. Y ahora sólo cabe asumirla y seguir caminando. Ya de nada sirve añorar la esperanza y la armonía que vivías antes de aquel insulto, de aquel portazo, de tantos meses perdidos sin aprovecharlos, eso se perdió. Ahora tienes que afrontar tu vida de una forma distinta.

No te voy a hablar de tus pecados, sino de los míos; los tuyos tienes tú que reconocerlos. Mi pecado ha sido, muchas veces, el conformismo. Que unas veces se revestía con desinterés de lo importante, como si aquello no fuera conmigo, como si las cosas pudieran arreglarse solas; otras me disfrazaba de rebelde sin causa, opuesto a todo, sin interés por avanzar. Pero lo que estaba tras todo eso era, simplemente, conformismo y miedo al esfuerzo.


Otras veces me paralizó la preocupación por mi propia imagen. Las opiniones de mis amigotes pesaban tanto sobre mis decisiones que era incapaz de vivir al margen de sus comentarios hirientes sobre todo lo que traspasara sus cortas miras. Me he dejado paralizar por qué iban a decir de mí, mis padres, mis amigos, mis compañeros… Vivía mirando de reojo lo que otros iban a pensar de mí.

Así que no te apures. Levántate y afronta tu vida con energía y lucidez nuevas; yo te entiendo y estoy contigo.