La bolsa o la vida (Mateo 6, 24-34)
En la novela de aventuras, ésta era la frase más repetida por el bandido o bandolero que asaltaba a algún señor pudiente y con sombrero. No había carteras con billetes y tarjetas de crédito. Naturalmente todos daban la bolsa porque la vida era más valiosa.
En una tesitura tan extrema todo se ve con diáfana claridad; pero en el día a día, cuando tenemos que ganarnos la vida –es decir conseguir dinero para nuestra casa-, la cosa cambia. Muchas veces parece que lo que le da sentido a nuestra vida es la “bolsa” que tenemos. Sin el smartphone, sin la “escapada” del fin de semana, sin la cena con los amigos, sin esos “necesarios caprichos” que nos damos… ¿qué sería la vida? También puede ser que tú no seas de los que tienen esas “preocupaciones” y que las tuyas sean poder pagar la hipoteca, llegar a final de mes, la ropa de los niños que crecen, las mil y una cosas que le son necesarias… Sin bolsa, no hay vida.
Lo necesario es necesario; admíteme la tautología. Aunque si nos aplicáramos la regla de vivir con lo necesario nos asombraríamos de la cantidad de cosas superfluas que decimos necesitar. Pero lo que de verdad nos hace un daño profundo es el olvidarnos de lo verdaderamente necesario aturdidos por el ruido envolvente de los anuncios publicitarios.
Cuando nos olvidamos de respirar aire limpio, y de jugar con nuestros niños; cuando dejamos a un lado nuestras convicciones de solidaridad y de justicia; cuando abandonamos la salud por la obesidad que obstruye nuestras arterias; cuando nos olvidamos, simplemente de vivir, de vivir simplemente y, todo tiene el requisito de comprar y malgastar… en algo nos habremos equivocado. ¿A quién o a qué le confías tu vida?