En este primer fin de semana de febrero, nuestra celebración
dominical nos recuerda que cada uno de nosotros hemos sido elegidos,
consagrados y enviados por Señor. Cada eucaristía renueva en nosotros esta
vocación y hace crecer en nosotros la fe, la esperanza y el amor, virtudes que
son nuestro sustento y que nos hacen fuertes con Cristo en el amor al Padre y a
los hermanos. Con alegría nos disponemos, como comunidad, a participar de este
sacramento de vida.
En el
evangelio, son los paisanos de Jesús los que han escuchado las palabras de su
misión. Son sus paisanos los que no quieren ir al fondo de su mensaje: la Buena
Noticia de un Dios misericordioso con todas las personas. Prefieren milagros,
prefieren la seguridad de lo conocido. Pero Jesús Camina firme: sabe cuál es la
voluntad del Padre y la realizará cueste lo que cueste. El Señor nos invita a
la Mesa de su Palabra. Participemos con nuestros sentidos porque Él es nuestra
esperanza y nuestra confianza.
Vivimos
en un momento en que los problemas de los pobres son cada día más apremiantes.
Pero la necesidad no puede velar el genuino rostro del amor cristiano que
acoge, escucha y acompaña. Lo importante para la Iglesia, para Cáritas no es lo
que hacemos, sino lo que somos, testigos de Jesucristo al que encontramos en los
pobres. Que la caridad sea la garantía de la fe que profesamos. Sed generosos
pues las personas empobrecidas necesitan nuestra ayuda.