Ir por libre (Juan 20,19-31), comentario
al Evangelio del domingo 28 de abril de 2019.
La tentación de “ir por libre” es una
constante en nuestra vida. Y no nos han faltado razones cuando, en algún
momento, en vez de participar en un grupo o colectivo hemos preferido vivir
nuestros valores, nuestros gustos, nuestras opciones sociales sin vincularnos a
ningunas siglas ni a ninguna estructura. Todas las personas tenemos tantas
incoherencias y lagunas, todas las instituciones tienden tanto a
esclerotizarse, a perder los primeros ideales, que cuando somos mínimamente
críticos nos da miedo vincular nuestro nombre y nuestra vida a un grupo que,
obviamente, supera nuestra capacidad de acción y decisión. En este tiempo de
las redes sociales y del “me gusta” desde la butaca de nuestro salón, la
tentación se diluye tanto que podemos perder la conciencia del individualismo
que vivimos.
Y, sin embargo, solo en comunidad, solo
uniendo nuestras ilusiones y nuestras fuerzas a las de los demás, solo
acogiendo las debilidades de los otros y dejándonos acoger en nuestras
debilidades, somos fuertes.
Tomás, el apóstol, tuvo experiencia de
cómo aislarse y marginarse del grupo lo privaba de la primigenia luz de la
resurrección del Señor. Pero también tuvo la experiencia de que la fuerza que
une a la Iglesia no es la virtud de las personas que la componen. Él
experimentó que la fuerza de la Iglesia es la comunión con aquel Nazareno de la
historia que al resucitar la constituye, la funda, y es su más íntimo y
verdadero dinamismo. Porque Cristo es el alma de la Iglesia merece la pena ser
iglesia. No te aísles, busca un grupo en el que vivir tu fe, en el que encarnar
tu vocación a hacer un mundo más humano.