No; no voy a criticar la riqueza de los curas. Primero
porque la mayoría ni tienen grandes riquezas ni las pretenden; y segundo porque
ya hay quienes magnifican los errores condenables de la Iglesia y tratan de
ocultar su cotidiano servicio a las personas. El asunto que os presento es más
profundo.
El Papa ha convocado para este domingo el día de los
pobres, con un lema que recoge un versículo del salmo 34: “Este pobre gritó al
Señor, y el Señor lo escuchó”. Y dice “este”, no “un pobre”, o “el pobre”, “o
quien vive la pobreza”. Dice “este pobre” dándonos a entender que el Señor mira
a la persona atendiendo a su realidad y dignidad, conociéndola por su nombre y
por su historia. Este pobre es escuchado por Dios, y eso es una interpelación a
que este pobre, también, sea escuchado por la comunidad de los cristianos, por
la Iglesia. Despachamos, demasiadas veces, a los pobres dándoles cosas, sin
escucharlos, sin saber de su historia y sus esperanzas, sin atender a lo más
profundo de la persona que es su fe. Y sin embargo, el pobre puede ejercer un
sacerdocio muy eficaz porque Dios lo escucha, y así nos lo dice la Escritura.
También este pobre, que soy yo o que eres tú, cuando reza
a Dios desde su pobreza es escuchado. Acoge y busca al pobre y a la pobreza
como un don, porque con ellos se identificó el mismo Jesucristo. Cuando la
Iglesia acoge a los pobres y vive en la pobreza puede ser transparencia de
Cristo, sumo y eterno sacerdote, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
Cuando ayudes a alguien y te lo agradezca, pídele que
rece por ti.