El pecado mata (Mateo 4, 1-11), breve comentario sobre el Evangelio del domingo 26 de febrero de 2023, I de Cuaresma, ciclo litúrgico A.
Comprendemos mal lo que significa el
pecado. A veces, entendemos por pecado la transgresión de alguna norma moral o
de los deberes cristianos que, en sí misma, no nos suele parecer grave. Pero el
pecado mata.
Mata el odio del xenófobo violento; y
todos los que ven al migrante como un potencial peligro, más que como un
hermano, de alguna manera, alientan ese odio. Mata la lascivia tiránica del
violador; y todos lo que viven o alientan una cultura que separa la sexualidad
de la afectividad, de alguna manera, están alentando esa lascivia. Mata el
egoísmo del explotador; y todos los que viven el dinero y el poder como el
sentido de su vida, de alguna manera, están justificando ese egoísmo homicida.
Mata el creer que somos Dios, dueños de nosotros mismos, sin tener que dar
cuentas de nuestros actos.
El pecado mata la inocencia de los niños,
las ilusiones de los adolescentes, la creatividad de los jóvenes, la fecundidad
de las familias, la serenidad de los ancianos. Algunas veces esa colaboración
con el homicidio es lejana; otras, es directa y acaba manchándonos de por
vida. Por eso, la Iglesia nos invita a que vivamos alentando, en nosotros
mismos y en nuestro pueblo, la civilización del respeto y del amor.
La dejación de responsabilidad de las
autoridades públicas que provoca que las familias sencillas sufran por estar al
pairo de los violentos y los explotadores, también es pecado que mata.