50 años. Jesucristo en nuestro barrio (Parte III)

TESTIMONIO DE UNA MUJER FIEL CON LA FE Y CON SU PARROQUIA
Juana María Fernández

Hola queridos hermanos en la fe, con motivo de cumplirse el 50 aniversario de la inauguración de nuestra parroquia San José Obrero, me piden unas palabritas que yo con mucho gusto y muy poca facultad hago, pero con mucha voluntad.

Soy una feligresa de esta parroquia tan querida para mí, donde todos me conocen por Juanita. Presencié su primera piedra y la bendición. A día de hoy con mis 79 años la sigo visitando asiduamente. Con mis visitas al Sagrario y la asistencia a la Eucaristía, donde día a día la palabra de Dios me da fuerza y anima para que mi fe se acreciente y el Espíritu Santo me guíe, igual que a mí a todos los voluntarios que colaboran en los distintos grupos de nuestra parroquia, como Caritas, catequesis, pastoral de enfermos y muchos más que no se ven, gracias al espíritu de servicio a los demás.
Sólo espero y deseo que el Señor me de salud para ayudar mientras me queden fuerza y capacidad mental.
Señor ayúdame a parecerme cada vez más a ti y a tu Santísima Madre.
Qué más quisiera yo poder expresar todo lo que significa la parroquia para mí, pero me quedo con mis visitas al Sagrario, ese gran desconocido para muchos.
Compartiendo la Pascua de la luz y la alegría

“Igual que en la liturgia pascual la luz del cirio enciende otras muchas velas. La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de per¬sona a persona, como una llama enciende otra llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan fecunda, que se convierte en un gran árbol que es capaz de llenar el mundo de frutos” (del Papa Francisco, Lumen fidei 37).

En medio de la oscuridad de la noche, después de unos días de intensas experiencias religiosas los cristianos se reúnen en terreno profano alrededor de una pequeña pila de leña que se enciende ante la expectación de todos; los reunidos comienzan a mirar el fuego que ilumina la noche. La voz del ministro emerge de entre la penumbra y anuncia que Cristo es el comienzo y el final de nuestra historia, el sentido de nuestra vida y la plenitud de toda la humanidad. Vela a vela, vida a vida, se va transmitiendo una luz, que al compartirla se agranda y se convierte en un río que inunda poco a poco el templo. Se camina en medio de la oscuridad de la noche, guiado por la luz de la propia fe y la de los que nos acompañan en el camino… Ven el próximo sábado de gloria a la parroquia y verás este hermoso gesto de fe.

Todos negamos, como Pedro por cobardía y respetos humanos, la verdad, la fe y la justicia; todos, en algún momento, hemos traicionado a quien más queríamos, como Judas; todos nos hemos desentendido del que sufre como Pilatos, atendiendo a nuestros intereses y comodidad; todos hemos disfrutado haciendo daño al más débil, como aquellos soldados romanos, golpeándolo con nuestras palabras y comentarios, ridiculizándolo hasta despojarlo de su dignidad. Pero todos también podemos ser como María Magdalena: testigos de Jesús vivo, que nos perdona y nos alienta, que nos envía a prender la luz de Cristo en los demás (Juan 20,1-18).

Esta es la gran alegría que hemos de vivir los cristianos: Cristo vive, y es fuente de vida definitiva para todos, y es fuente de esperanza para todos los que creemos en Él.

HIMNO SAN JOSÉ

Hoy a tus pies ponemos nuestra vida;
Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
obtendremos la paz del corazón.

En Nazaret junto a la Virgen Santa;
en Nazaret, ¡Glorioso San José!
cuidaste al niño Jesús pues por tu gran virtud
fuiste digno custodio de la luz.

Con sencillez, humilde carpintero,
con sencillez, ¡Glorioso San José!,
hiciste bien tu labor, obrero del Señor,
ofreciendo trabajo y oración.

Tuviste Fe en Dios y su promesa;
tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración alcánzanos el don
de escuchar y seguir la voz de Dios.